La realidad virtual de los años 60

La búsqueda de realidades alternativas ha estado presente a lo largo de la historia. Nunca era suficiente con ver una película o jugar a un videojuego. El interés siempre recaía en vivir esa experiencia de la manera más real posible. El surgimiento de la realidad virtual se antoja complejo. Varios autores, inventores e incluso filósofos hacían referencia de algún modo u otro a numerosos conceptos relacionados con ella, al hablar de realidades ocultas, realidad artificial o universos alternativos.

En 1840, Charles Wheatstone inventó el estereoscopio, precursor de las actuales gafas 3-D. Más tarde, a finales del siglo XIX, fueron Edison y Dickson los que desarrollaron el quinetoscopio, a partir de un modelo de Muybridge, predecesor del actual proyector cinematográfico. La referencia exacta al término “realidad virtual”, se atribuye a un artículo de Ivan Sutherland en 1965, aunque al parecer, el escritor francés Antonin Artaud ya la habría citado en una de sus obras, en 1930.

No obstante, el auge de la realidad virtual llegó de la mano de los 60. En ese periodo, los directores de cine buscaban nuevas formas de presentar sus películas a los espectadores en los cines, intentando que estas fuesen lo más reales posibles. Uno de los directores más conocidos a la hora de dotar de mayor realidad a sus producciones fue William Castle. Entre sus técnicas, destacaban el uso de votaciones populares, sillas eléctricas, enfermeras falsas o ambulancias esperando a la salida del cine. Por ejemplo, en Mr. Sardonicus (1961), el propio director sale en escena preguntando al público si quieren un castigo ejemplar para el protagonista, por robar de la tumba de su padre un boleto ganador de una lotería, semejante a la actual Powerball. No obstante, la única toma grabada era la del castigo, haciendo que la votación fuese una mera ilusión. Más sorprendente para aquella época había sido la técnica empleada dos años antes en “The Tingler” o El Aguijón de la Muerte (1959). Durante la proyección de esta película, las butacas vibraban cada vez que aparecía un enorme parásito en pantalla, antes de meterse en el cuerpo de sus víctimas.

La intención de perfeccionar los “trucos” e inventos existentes, junto a los planteamientos relacionados con el concepto de realidad virtual, llevó a Morton Heilig a crear un prototipo que pudiera estimular cuatro de los cinco sentidos, quedando el del gusto excluido. El dispositivo, conocido como Sensorama, permitía a una persona ver, oír, tocar y oler una nueva realidad, aunque la falta de fondos impidió a Heilig continuar con el proyecto.

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Sin embargo, la semilla ya estaba sembrada. En el mismo periodo, comenzaron a desarrollarse los simuladores de vuelo y surgieron los primeros cascos de realidad virtual. Un gran salto en el tiempo nos trae de vuelta al presente para disfrutar de las experiencias vividas con Oculus, Daydream View, o Zero Latency; y a contemplar el gran impulso que ha provocado en la ciencia, dejando patente la increíble evolución de la realidad virtual.

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