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[Análisis] Senua’s Saga: Hellblade II, un referente narrativo

De lo mejor que hemos jugado este año en PlayStation

Pocas secuelas consiguen transmitir, desde su primer plano, la sensación de continuidad emocional que Senua’s Saga: Hellblade II logra generar. No estamos ante una mera iteración técnica o un salto gráfico para lucir el hardware; estamos frente a un regreso que, sin romper la esencia, redefine lo que significa adentrarse en un videojuego narrativo. Desde el momento en que escuchamos los primeros susurros, nos damos cuenta de que Ninja Theory ha vuelto a poner su foco en lo que mejor sabe hacer: mezclar historia, atmósfera y emociones humanas para construir una experiencia que se siente tan íntima como implacable.

Al igual que con la primera entrega, aquí no nos reciben con tutoriales convencionales o espectáculos gratuitos. La introducción está diseñada para hacernos sentir como intrusos en un mundo que ya estaba en movimiento antes de que llegáramos. Esa sensación de “ponernos al día” sin que nadie nos explique todo refuerza la inmersión: entendemos lo necesario por lo que vemos, escuchamos y sentimos, no por lo que un texto nos dice. Y aunque aún no revelamos lo que vendrá más adelante, basta decir que esta secuela entiende que no necesita gritar para captar nuestra atención: su fuerza está en la calma previa a la tormenta, en la tensión que crece sin que sepamos cuándo va a romperse.

Senua's ahora es una superviviente
Senua ahora es una superviviente

Voces, mitos y cicatrices


La historia de Hellblade II continúa justo donde dejamos a Senua, pero con un matiz importante: ya no es la misma mujer que conocimos en la primera entrega. Sus cicatrices, tanto físicas como mentales, la han moldeado, y eso se refleja en cómo percibe el mundo y en cómo se relaciona con los demás. Esta vez su viaje no es una odisea solitaria, sino una misión que la conecta con un propósito más grande que ella misma. Sin embargo, sus demonios internos no han desaparecido; siguen ahí, acechando, listos para aprovechar cualquier grieta emocional que encuentren.

La narrativa se siente casi como un mito oral que alguien nos cuenta al calor de una hoguera, pero con una crudeza que no suaviza el horror. El juego nos arrastra a escenarios inspirados en la Islandia del siglo IX, donde las leyendas y las supersticiones moldean la vida tanto como el clima o la geografía. Es un entorno en el que lo real y lo imaginario se entremezclan sin pedir permiso, y en el que la mente de Senua es tanto un campo de batalla como el mundo físico que recorre. El resultado es un relato que, más que seguirlo, lo habitamos: nos encontramos sintiendo sus dudas, celebrando sus victorias y temiendo sus derrotas como si fueran nuestras.

Las batallas tienen son suficiente para lo que el juego nos aporta
Las batallas tienen son suficiente para lo que el juego nos aporta

Combatir como una guerrera


A nivel jugable, Hellblade II no busca ser un festival de combos infinitos o un campo de pruebas para sistemas complejos de progresión. El combate está diseñado con una filosofía clara: cada enfrentamiento debe sentirse personal, casi íntimo. No luchamos contra hordas interminables, sino contra enemigos concretos que, más que obstáculos, son pruebas físicas y psicológicas. Los golpes son pesados, medidos, y cada intercambio de ataques se convierte en una coreografía brutal en la que tanto nosotros como nuestros rivales estamos al límite.

Aquí es donde se nota la herencia de juegos como God of War, pero reinterpretada. La combinación de armas cuerpo a cuerpo con ataques de magia no es un simple adorno: ambas se complementan de forma orgánica y evolucionan conforme avanzamos. No desbloqueamos habilidades solo por rellenar una barra de experiencia, sino que sentimos que las vamos ganando a través de la narrativa y de la propia evolución emocional de Senua. La magia, por ejemplo, no se percibe como un recurso externo, sino como una manifestación directa de su conexión con fuerzas más allá de lo tangible. Esto genera combates donde no solo decidimos qué golpe dar, sino qué mensaje enviar con cada acción.

Los gráficos lucen de manera espectacular
Los gráficos lucen de manera espectacular

Belleza y horror en armonía


Si en algo Hellblade II se posiciona como un referente, es en su apartado audiovisual. El trabajo de Ninja Theory con Unreal Engine 5 no se limita a mostrar músculo gráfico; cada textura, cada rayo de luz, cada gota de lluvia está al servicio de la narrativa. Las expresiones faciales alcanzan un nivel de realismo que, lejos de ser un simple truco técnico, nos permite leer las emociones de los personajes como si fueran actores reales frente a nosotros. La piel de Senua no es un modelado estático: respira, se tensa, se humedece con el sudor o la lluvia.

El diseño sonoro, por su parte, es una experiencia en sí misma. El uso de audio binaural nos sumerge en la mente de Senua de manera inquietante: escuchamos voces que susurran, que discuten entre sí, que nos animan o nos hunden, dependiendo del momento. La música sabe cuándo intervenir y cuándo desaparecer, dejando que el silencio o el sonido ambiente se conviertan en parte de la tensión. El resultado es una estética que equilibra lo sublime y lo perturbador, donde cada plano y cada nota refuerzan la sensación de que estamos participando en algo más grande que un simple videojuego.


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Tráiler de Senua’s Saga: Hellblade II

Conclusiones de Senua’s Saga: Hellblade II


Al finalizar Senua’s Saga: Hellblade II, nos queda la sensación de haber formado parte de un ritual íntimo y poderoso. No es un juego que busque complacer a todo el mundo, y eso es parte de su encanto. Su ritmo pausado, su énfasis en la atmósfera y su enfoque en la conexión emocional pueden alejar a quienes buscan acción constante o sistemas de progresión profundos. Pero para quienes apreciamos la narrativa y el diseño como un todo cohesionado, la experiencia resulta profundamente satisfactoria.

Es una obra que exige entrega total: no se puede jugar con prisas, no se puede disfrutar a medias. Cada escena, cada enfrentamiento, cada susurro está colocado con un propósito. Y aunque puede que no lo volvamos a jugar inmediatamente después de terminarlo, lo que nos deja es algo que trasciende la pantalla: imágenes, sonidos y emociones que seguirán resonando en nuestra memoria. Para nosotros, Hellblade II es menos un producto de entretenimiento y más una pieza de arte interactivo que sabe exactamente qué quiere ser y lo ejecuta con una precisión admirable. Esto hace que Hellblade II sea una obra que podamos recomendar a todo el mundo.

Lo que más nos ha gustado:

  • Su apartado técnico y audiovisual.
  • La narrativa tan íntima y emocional.
  • El combate interpersonal de Senua.

Lo que menos nos ha gustado:

  • El ritmo más lento que otros títulos narrativos.
  • La nula rejugabilidad.
  • El juego tiene escasas mecánicas jugables.

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Rescatador de indies. Obsesivo de los JRPG. Amante de las grandes historias. Ignoro la «Guerra de consolas». Eso sólo existe en la mente del más necio.