Crashing, análisis de la nueva serie irreverente de Netflix

Crashing provoca arcadas, muchos ceños fruncidos y una continúa exasperación a lo «¿por qué está pasando esto?». Pero no nos anticipemos a las conclusiones.

Crashing es la nueva producción de Netflix disponible ya en España. Explicando que se trata de una serie de humor británico ya lo decimos todo: Crashing nos mete de lleno en la vida de un grupo de treintañeros que viven de alquiler en un viejo hospital de Londres que se cae a pedazos. El episodio piloto sirve para introducirnos directamente en la trama: es el cumpleaños de Sam y este se siente solo. Tan solo que, a pesar de ser un capullo en la superficie, presiona a la mojigata de su compañera de piso para que le permita hacer una fiesta.

En esa misma planta vive Kate, una mujer estirada y frígida que solo busca una forma de vida más digna para ella y para su novio Anthony: tiene un trabajo estable y aburrido en una oficina, quiere casarse dentro de poco con su novio de toda la vida y fundar una familia. Para Kate la diversión consiste en sentarse a hablar y hacer planes de futuro, algo que a su compañero sentimental, Anthony, no parece molestarle. Pero las cosas se complicarán para todos cuando Lulu llega para quedarse. Lulu es la irresponsable, irreverente y ciertamente entrometida amiga de la infancia de Anthony. Está claro que ambos están enamorados el uno del otro desde hace años, pero ninguno se ha atrevido a dar el paso definitivo para empezar una relación…

Pero las cosas no se quedan ahí, porque la vida de Kate, Anthony, Sam y Lulu chocarán de lleno con la del resto de personajes: Fred y Colin, una pareja de homosexuales atípica, y por supuesto Melody, una pintora francesa que se obsesiona por un pobre hombre divorciado con ideas de suicidio.

Todos ellos acabarán girando en una vorágine de sentimientos demostrando que cada cual es más inmaduro, egoísta y tonto que el anterior y convirtiéndose, de esta forma, en un increíble retrato de la humanidad.

Nuestra opinión sobre Crashing

El primer episodio de Crashing te deja con mal sabor de boca. Y no es para menos. La serie producida por Netflix no tiene ningún reparo en mostrar a un chica meándose encima, la vergüenza ajena, una comiéndose el vómito de otra y todo tipo de situaciones humorísticas y de mal gusto que tienen su público muy definido. Pero lo interesante de Crashing no es el hecho de que te mueras de la risa con los episodios (que no es así) sino que la serie en sí es tan esperpéntica que no dejas de verla, asomándote al otro lado de las malas decisiones y penurias del resto con cierto morbo insano y extraño por ver las miserias de los demás.

Es lo que los alemanes llaman Shadenfreude: la alegría que experimentas al ver las desgracias ajenas porque estas no te suceden a ti.

No puedes empatizar realmente con ningún personaje porque no hay ni un solo hombre o mujer de esta serie que no esté como una regadera, sea un auténtico irresponsable o genere vergüenza ajena: desde la estirada Kate que ve pasar frente a sus ojos el tonteo que se llevan su novio y Lulu y no hace nada para impedirlo a la homosexualidad reprimida de Sam. Son un punto más allá de la idea del antihéroe: no es tengan una característica que los hace «malvados» o «villanos», es que la mitad de ellos simplemente son patéticos.

Y vaya, funciona.

El diseño de producción está trabajado al nivel de una producción de Netflix: el hospital realmente da asco y a menudo te preguntas cómo es capaz de vivir de esa forma la gente. Cuenta con varios chistes acerca de la sociedad postmoderna y de las reinvenciones ridículas de marketing para generar negocios nuevos, como el restaurante en el que trabaja de camarero Anthony llamado «We don’t give a fork» donde está prohibido comer con cubiertos, y otra serie de pequeñas perlas que van mostrando.

Pero al final del todo la serie ilustra perfectamente la búsqueda de la identidad de un grupo de individuos que se sienten perdidos en la vida y sobre todo que no saben procesar el amor. Sam es incapaz de aceptar que en realidad es homosexual y está enamorado de su mejor amigo Fred, al que maltrata continuamente porque este es el recordatorio vivo de lo que realmente siente. Kate ni siquiera sabe si está realmente enamorada de Anthony, pero odia todo lo que Lulu representa porque es exactamente de la forma que ella no podría ser: popular con los chicos, desinhibida, sexualmente activa, feliz, etc.

Por otro lado, Melody tiene claramente «daddy-issues» y busca en Colin a la figura paterna que a ella le falló.

Es una serie con buen ritmo, buena fotografía y un guión que realmente desluce el resultado final. Nos encanta que Netflix se decida a apostar por estos proyectos y esperamos que siga lanzando más episodios, porque los seis capítulos que conforman la primera temporada se quedan muy, muy cortos.

Conclusiones sobre Crashing

Crashing es una serie cargada de personajes esperpénticos incapaces de procesar el amor. Esta comedia británica de apenas 6 episodios nos muestra la vida de un grupo de jóvenes que malviven alquilados en un hospital. La serie tiene buen ritmo y funciona por momentos, especialmente por la personalidad podrida y oscura de todos sus protagonistas.

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