Crítica de El contador de cartas. ¿Es la redención posible?

El Contador de Cartas es la historia de un expresidiario y exmilitar, William (Oscar Isaac), que aspira a recuperar algo parecido a una vida normal y ganar algo de dinero sin llamar la atención haciendo lo que mejor hace, contar cartas. Todo va según sus planes hasta que decide aceptar la oferta de La Linda (Tiffany Haddish) de jugar en grandes torneos para ayudar a Cirk (Tye Sheridan), un joven que intenta superar su propia tragedia.

¿Será esa la forma de conseguir redimirse, de perdonarse a sí mismo? ¿Es siquiera posible la redención? ¿Se puede lograr a través de otros? ¿Que alguien te vean como humano te hace menos monstruoso? ¿Es posible perdonar lo imperdonable? Estas y muchas otras preguntas son las que plantea la película aunque en ningún caso intenta responderlas, sino más bien lo contrario. Paul Schrader, director y guionista, se limita a plantear los hechos lo más objetiva, distante y asépticamente posible para que sea el espectador el que alcance sus propias conclusiones si quiere.

Una meta difícil de alcanzar y que El Contador de Cartas logra magistralmente con un uso impecable de la fotografía y la banda sonora. Y es que hay que reconocerle a este film que técnicamente es asombroso. Los movimientos de cámara y los encuadres del cinematógrafo Alexander Dynan son dignos de estudiarse en el futuro en todas las escuelas de cine, no sólo por su belleza sino por la manera en la que forman parte indispensable de la narrativa, consiguiendo recordar una y otra vez al espectador que, por mucho que esté viendo los sucesos, en realidad no forma parte de ellos de ninguna manera y que así es como debe de ser.

Igualmente, los decorados y la escenografía nos remiten a un entorno aséptico, eliminando cualquier romanticismo o glamour a la vida del jugador profesional. Los casinos de Estados Unidos fuera de Las Vegas, al menos como los plantea la película, son prácticamente indistinguibles en su decoración, sonidos, servicio o habitaciones. Porque eso es exactamente lo que el protagonista quiere, una vida discreta, sin sobresaltos ni problemas.

El riesgo que implica este esfuerzo por disociar al espectador de los personajes y la historia es que puede llegar un momento en el que le deje de importar lo que está pasando en la pantalla porque no hay ningún aliciente para vincularse a ello. Algo que quizás sea aún más notable fuera de Estados Unidos por una simple cuestión cultural: en otros países no existe esa veneración, rozando el fetichismo, a los símbolos nacionales desde la bandera americana hasta el ejército y sus soldados con todo lo que hay entre medias. En casi ningún otro país del mundo ser soldado supondría que la población sentiría hacia ti una deuda de gratitud o mayor inclinación a perdonar por el simple hecho de haber servido en el ejército. Quizás, y sólo quizás, ese es un factor que pueda cambiar la perspectiva del público fuera de Estados Unidos.

Además, en este intento de ser objetivo y ofrecer todos los puntos de vista posible, llega un momento en el que la película cuenta demasiadas cosas y tiene demasiadas subtramas que en realidad no aportan gran cosa a la película ni llevan a ninguna parte. Sin embargo, no por eso la historia central resulta menos interesante ni hay menos deseo de saber dónde terminarán sus protagonistas.

Si tuviera que compararla con alguna otra obra de ficción, la primera que se me vendría a la cabeza sería Cinco horas con Mario. Al igual que la novela de Miguel Delibes, la historia avanza a base del diálogo interior del protagonista y flashbacks de las mismas situaciones una y otra vez, pero en cada ocasión contando un poco más que en la anterior hasta que por fin todas las piezas del puzzle encajan y se alcanza el impactante final. Con un ritmo cadencioso y lento (que no pesado), la trama se va desgranando pasito a pasito casi sin que te des cuenta de sus avances.
A diferencia de la novela de Delibes, es casi imposible empatizar con el protagonista o sus motivos.

Y hay es donde está el mayor “pero” de la película, en sus personajes. En el inmenso esfuerzo por intentar se objetivo y mantener las distancias con ellos, Paul Schrader se pasa de frenada hasta que llega un momento en el que de verdad que te da exactamente igual lo que les pase. Hay curiosidad, por supuesto, en ver a dónde llevará la historia, pero con una sensación de absoluta indiferencia con respecto al posible resultado final.

Es una lástima, porque los actores hacen papeles ejemplares con lo que les han dado, pero es que todos y cada uno de ellos son tan increíblemente arquetípicos y planos que parecen personajes pre-elaborados de una clase de escritura para novatos o de un manual de rol para principiantes: el soldado atormentado que sólo quiere dejar el pasado atrás, el chaval de buena familia que quiere sobre ponerse a la tragedia a base de venganza, el ex militar sin escrúpulos transformado en asesor civil con menos escrúpulos todavía, el patriota de postureo… Todos ellos estereotipos al servicio de la historia y sin ninguna otra clase de trasfondo más allá de eso.

Quizás el caso más sangrante sea el de La Linda cuya única aportación real a la película es ser un interés romántico y por tanto otra forma para que Will consiga su redención. Todo lo demás relativo a su personaje es una excusa para llega a ese punto. Pero para que no parezca tan plana como una hoja de papel de fumar, a alguien le pareció buena idea incluir una breve mención a un ex novio maltratador. Porque, eh, la única forma que tiene una mujer de demostrar que es una superviviente, fuerte e independiente es haber sobrevivido a una relación tóxica y agresiva.

Como decía al principio, El Contador de Cartas plantea muchas preguntas. Quizás la más difícil de contestar sea si te puede importar las respuestas cuando no te importa la persona que las formula.

Conclusiones de El contador de cartas

El Contador de Cartas no es una historia típica, ni cómoda, ni espera sacar conclusiones o enseñarte una lección. La película se limita a mostrar los esfuerzos de un exsoldado para volver a convertirse en un ser humano cuando no se siente así y deja al espectador las conclusiones sobre si lo ha conseguido o no.

Gracias a una fotografía, música e interpretaciones más que destacables vamos siendo testigos de los avances de Will y sus compañeros en este camino tortuoso hacia la redención. Sin embargo, unos personajes demasiado planos hacen que nos preguntemos si al final realmente importa el resultado.

Conclusiones

El contador de cartas

6 Puntuación

No es una historia típica, ni cómoda, ni espera sacar conclusiones o enseñarte una lección. La película se limita a mostrar los esfuerzos de un exsoldado para volver a convertirse en un ser humano cuando no se siente así y deja al espectador las conclusiones sobre si lo ha conseguido o no.

PROS

  • Las interpretaciones de todos los actores especialmente Oscar Isaac y Tiffany Haddish.
  • La fotografía, absolutamente maravillosa
  • Un uso más que acertado de la música
  • Las explicaciones sobre la estrategia del póker es más que interesante
  • La historia en su conjunto

CONTRAS

  • Los personajes, con la profundidad de un charco en pleno desierto
  • Demasiada información y subtramas que no llevan a ninguna parte

Puntuaciones

  • Nota 6
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