Crítica: Ex-Machina

ex-machina

Llega próximamente a nuestras pantallas y de la mano de Universal Pictures la obra prima del británico Alex Garland: Ex-Machina. Aun tratándose de su debut en la dirección, la película viene precedida de gran expectación por el bagaje de Garland como novelista, guionista y productor. No en vano estamos ante el autor de novelas como La Playa, llevada al cine en 2000 por Danny Boyle y protagonizada por Leonardo di Caprio, The Tesseract y The Coma, aunque su faceta quizás más destacable sea la de guionista de éxitos internacionales como 28 Días Después (2002) o la original e impactante Sunshine (2007), ambas igualmente dirigidas por Danny Boyle. Garland también ha sido productor ejecutivo de 28 Semanas Después (2007), su secuela y guionista y productor de Dredd (2012).

Ex-Machina nos cuenta la historia de Caleb (Domhnall Gleeson), un joven empleado de una multinacional informática, que es premiado con pasar una semana en la recóndita y tecnológica residencia privada de Nathan (Oscar Isaac), el presidente ejecutivo y dueño de la compañía, con el objetivo de participar en un test en la que estará involucrada una robot mujer, Ava, interpretada por Alicia Vikander. Este test es una variación del test de Turing, ideado para determinar la presencia de inteligencia en máquinas. Sin embargo las cosas empezarán a tomar otro cariz cuando se evidencia que Ava posee algo más que inteligencia y conciencia propia.

Con este planteamiento la película nos introduce de lleno en cuestiones ya clásicas de la ciencia ficción robótica. El siempre fascinante dilema de la relación entre el hombre y la máquina, o lo que es lo mismo, entre la inteligencia emocional y la inteligencia artificial. Con sus interesantes derivaciones está presente en el filme, al igual que el tema de si el robot puede llegar a sentir emociones, ya apuntado por Asimov en Yo, robot, y si esas emociones serían suficientes para proporcionar a la máquina un trato similar al de un ser humano, asunto sugerido con maestría en un clásico del cine como es Blade Runner.

En paralelo está la reacción emocional que el comportamiento del robot puede producir en el ser humano (tema este en el que tenemos el ejemplo reciente de la estupenda Her, que explora la relación romántica entre un hombre y un software) y la cuestión de si en la máquina está presente su deseo de supervivencia y si ese deseo es instintivo o programado.

La película quizás no profundiza todo lo deseable en estos temas, que se limita a sugerir o esbozar, y se centra sobre todo en dos asuntos en los que la historia se va bifurcando y termina poniendo el acento: la reacción emocional que la mujer robot provoca en los investigadores y la indagación en lo que podríamos llamar el instinto de supervivencia, programado o adquirido.

No existe nada más humano que la voluntad de sobrevivir” nos anuncia el antetítulo de Ex Machina, y sobre este slogan terminará basculando el eje de la historia, junto a la relación del creador con su criatura. El hecho de que la bellísima mujer robot se llame Ava evoca inevitablemente a la bíblica Eva, primera mujer de la creación, y su belleza y sensualidad serán armas que consciente o inconscientemente se utilizarán en un tour de force entre el turbado Adán humano y la Eva artificial, una guerra de sexos emocional, supervisada por el creador de la androide, cuyas intenciones ocultas ignoramos y a cuyo complejo de Dios, con las implicaciones en la relación con su pigmalión, también asistimos.

Quien espere grandes efectos especiales o trepidantes escenas de acción no hallará en Ex-Machine su película. En cambio sí se sentirá subyugado por este filme quien disfrute con la tensión dramática y psicológica y quien comulgue con la sci-fi reflexiva e intimista, que nos permite especular con asuntos transcendentes de la robótica.

La estética de la película, con la mayoría de escenarios cerrados y minimalistas, contribuye a crear una atmósfera claustrofóbica a la par que estilizada y elegante, en consonancia con el ritmo del filme, que puede ser percibido como lento en ciertos momentos, pero que entendemos que es acorde con el sentido y el tono que requiere la historia.

Y en fin, fondo y forma de este sobresaliente filme se haya magníficamente respaldado por un trío de actores competente y eficaz, y cuyas estelares interpretaciones sostienen toda la obra. En el lado masculino disfrutamos de dos intérpretes a los que volveremos a ver juntos en la nueva entrega de Star War: el guatemalteco Oscar Isaac (Inside Lewyn Davis), actor cada vez más consolidado como estrella internacional y cuyo personaje es a priori el más difícil de encarnar sin caer en el exceso ni en la caricatura, cosa que consigue con creces; y el irlandés Domhnall Gleeson (About Time) convincente en su papel de resorte e instrumento que desencadena la trama. En el lado femenino gozamos de la maravillosa actriz sueca Alicia Vikander, un hallazgo que exuda en todo el filme sensualidad, aparente fragilidad y perturbadora belleza, y cuya interpretación en esta película será imposible olvidar.

[yframe url=’https://www.youtube.com/watch?v=qSwobe3uIII’]

Conclusión de Ex-Machina

Ex Machina es una mezcla correctamente dosificada, reflexiva e inteligente, entre la ciencia ficción robótica y el trhiller psicológico que seguramente dejará complacidos a los amantes más cerebrales de ambos géneros. Con una realización sobria y elegante, y un ritmo pausado totalmente subordinado al sentido de la historia, cuenta además con un trío de intérpretes sobresalientes.

Nota: 8/10

Salir de la versión móvil