Gorrión Rojo. Crítica de la nueva cinta protagonizada por Jennifer Lawrence

Gorrión Rojo Game It

La bailarina Dominika Egorova es reclutada en la «Escuela de Gorriones», un servicio de inteligencia ruso donde se ve obligada a utilizar su cuerpo como arma. Pero su primera misión, atacar a un agente de la CIA, amenaza con desentrañar la seguridad de ambas naciones. Esta es la sinopsis oficial de «Gorrión Rojo» (2018) la nueva película de la estrella americana Jennifer Lawrence («Los Juegos del Hambre»-2012), en la que vuelve a coincidir con el director de la franquicia que la hizo mundialmente famosa, Francis Lawrence, y que le permite protagonizar este tipo de películas de producción menor pero que a al postre le han permitido granjear una carrera consolidada de actriz de carácter encumbrado con un Oscar («El lado bueno de las cosas»-2012) y varias nominaciones consecutivas a los premios de la academia.

Volviendo a la labor del director, después de finiquitar su participación como director en los últimos eslabones de la franquicia de Los Juegos del Hambre, Francis Lawrence retoma su senda variopinta de siempre. Esa que en el pasado lo llevó a encarar proyectos tan dispares como «Soy Leyenda» (2007) y «Agua para Elefantes» (2011) y que ahora lo pone al frente de un muy buen thriller de espionaje con algunos toques de erotismo y romance hollywoodense old school. De hecho, «Gorrion Rojo» esquiva el facilismo narrativo y el torbellino de secuencias de acción de la enorme mayoría de las realizaciones semejantes de nuestros días como «Salt»(2010) o «AtomicBlonde» (2017), donde Angelina Jolie y Charlize Theron han seguido el devenir de las estrellas de acción masculinas en su grandiosidad de pegar más patadas. Son mujeres en un rol de fuerza,donde es difícil distinguir esa imagen de poder, dentro de la decadencia del suspense generado, en la mayoría de los títulos de la cinematografía de acción del siglo XXI.

Aquí el director, a partir de un guión de Justin Haythe sobre una novela original de Jason Matthews, construye un relato pausado y algo esquemático pero que jamás aburre. Manejando con inteligencia la tensión y en ocasiones colocando en primer plano unos chispazos de violencia hardcore que le hacen muy bien a la experiencia en su conjunto.

En esta película Lawrence director abraza un devenir meticuloso y bastante bien administrado. Basado fundamentalmente en el desarrollo de personajes, sobre todo en la gran presencia escénica de Jennifer Lawrence donde interpreta a un espía ruso que es un ser humano astuto y desesperado a partes iguales. Al menos lo suficiente como para que cada escena gire en torno a las elecciones que hace, de la forma en que evalúa y aprovecha el destino del momento, jugando a un espía como alguien que desempeña un papel, pero que al actuar se le note lo menos posible. Lawrence, en esta película, da muestra de lo qué se trata el verdadero estrellato de la pantalla. Muestra en cada escena en un estado de ánimo diferente, dejando a la audiencia en un estado de redescubrimiento constante. Estamos de su lado, pero más que eso, estamos en su cabeza. Incluso cuando (por supuesto) estamos siendo utilizados en sus juegos mentales de espía.

Para los ojos occidentales, Dominika vive en un apartamento muy modesto, que comparte con su madre emocionalmente débil pero enfermiza (Joely Richardson), a quien se ha dedicado a cuidar. Pero tan pronto como terminan sus días de baile, se entera de que va a ser despojada de su seguro de salud, la enfermera a tiempo parcial que se ocupa de su madre y el departamento. Es un escenario escalofriante que se escabulle de la clase media, y la impulsa a aceptar el ofrecimiento de su tío, Iván (Matthias Schoenaerts, que brilla como el hijo sociópata de burocracia de Vladimir Putin), que resulta ser el director adjunto de la agencia de inteligencia externa de Rusia, la SVR. Él la mantendrá a flote, siempre y cuando acepte llevar a cabo una misión.

Su primera tarea es acercarse a Nate Nash (Joel Edgerton: «Black Mass»-2015-«, «Loving»-2016-), un agente de la CIA que estuvo trabajando durante años con un topo en Moscú y que eventualmente tuvo que salir del país al desenmascararse a sí mismo cuando confundió a unos policías con agentes del servicio secreto, lo que lo hizo huir hacia la embajada norteamericana. Emplazado en Budapest para retomar contacto con su informante, el hombre y Dominika comienzan una relación en la que los puntos en común serán más numerosos que las discrepancias y la atracción física probará ser un lazo para garantizar un mutuo beneficio.

«Gorrión Rojo» comienza con lo que se siente como un clímax de Hitchcock, cruzando entre la calamidad de Dominika en el Bolshoi y la cita de Nash en un operativo encubierto, cuya reunión con su topo, en el mítico Gorky Park, es interrumpida por policías de narcóticos. Pero la película es más actual de lo que parece, incluso más de lo que los realizadores debieron haber sabido cuando la estaban haciendo.

La misión de Dominika, en la que se supone que debe acostarse con un empresario sombrío en una habitación de hotel dorada, juega como un símil de la pesadilla actual de Harvey Weinstein. En la que termina siendo testigo de un asesinato, lo que significa que ella misma será eliminada, a menos que acepte convertirse en recluta en la Escuela de asesinos del SVR.

Pero «Gorrión Rojo» es en realidad una viva crítica del escenario de Mata Hari como dominatriz que nos presenta. Se trata de una heroína, a la que un patriarca gamberro le ha cortado las opciones. La escuela de entrenamiento, dirigida por la última directoras de hielo de Rusia, interpretada por una correcta Charlotte Rampling, equivale a una serie de sesiones de encuentro en las que los reclutas son desmantelados de todas las formas posibles. Están reducidos a ser utensilios («Tu cuerpo pertenece al estado», dice Rampling), que aprenden a manipular. Lawrence hace que su desnudez sea dramática; ella interpreta a Dominika como avergonzada y orgullosa al mismo tiempo.  Cuando James Bond duerme con alguien, todo es parte del deporte hedonista de la vida de espionaje. En «Gorrion Rojo», es todo lo contrario. Dominika se resiente profundamente de su entrenamiento en la «escuela de putas». Los hombres a los que se enfrenta se suman a una conspiración: el acoso sexual como la parte más vulnerable del espionaje.

Conclusión de Gorrión Rojo

El film no brilla por su originalidad, sin embargo resulta innegable que «Gorrión Rojo» cuenta con un elenco fantástico (que incluye además a Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons y Bill Camp). En términos generales funciona como un soplo de aire fresco para aquellos que creemos que bodrios como Atómica o Salt responden al arquetipo más superficial del cine de espionaje, con sus “sicarios automáticos” y «super cool», por lo que debemos celebrar una creación como la presente que pone el énfasis en el peligro latente del horror estatal y los tejemanejes de los burócratas ventajistas de turno. Una estirpe que se mueve como una oligarquía tétrica para la cual sólo importan las apariencias y el poder acumulado hasta la fecha, con la familia convertida en carne de cañón lista para el sacrificio…

Salir de la versión móvil