Festival de Málaga 2018. Día 7 y 8 (Fin): Sin fin, Sanz y todo lo demás

En los dos últimos días de Festival presenciamos no sólo las últimas películas de la Sección Oficial de Largometrajes, si no también estuvimos en la proyección del esperado documental del cantante Alejandro Sanz: «Sanz: Lo qui fui es lo que soy». Aquí vamos a detenernos en aquellas propuestas que nos resultaron más interesantes pasando muy por encima de las que no.

La recta final dio comienzo con Sin fin, cinta a cargo de los hermanos Alenda y que significa su estreno tras las cámaras. Esta «road movie» temporal y romántica supuso una grata sorpresa para nosotros. El planteamiento sin ser completamente original, pues nos recordó rápidamente a algunos éxitos recientes del anime japones (Your Name), resultaba inesperado cuanto menos. El trabajo simbólico e intenso  del equipo se traslada a la pantalla, donde sus dos protagonistas, Javier Rey y María León, dan una clase de entrega máxima. Es cierto que su complejidad a nivel de montaje y de realización da lugar a algunos fallos y que también hay momentos de excesiva sensiblería, se abusa del bonito piano; pero a pesar de esto me parece una obra a recomendar por la verdad que trasmite y la pasión y el esfuerzo demostrado. Desde luego los hermanos Alenda apuntan alto.

Sin fin con María León y Javier Rey como protagonistas te va a sorprender.

Era imposible, bien por la publicidad televisiva o por el revuelo que se ha levantado a su alrededor, no saber del estreno del documental de una de las estrellas más importantes de la industria musical en España. Sanz: Lo que fui es lo que soy, desembarcó en el Festival copando una de las horas típicas de la proyecciones de la Sección Oficial de Largometrajes, su relevancia era evidente. ¿Qué podemos decir de este documental? Pues que básicamente es tan autocomplaciente que llega a sonrojar, era algo que nos podíamos esperar y que finalmente se confirma.

Elaborar un proyecto de este tipo, con el apoyo de la estrella en cuestión, suele ser mala idea, pues la auto-censura es brutal. El artista latino nos vende ya en su título que él es como fue, y si algo vemos a todas luces es que esto no es así. Por más que se muestre cercano o accesible, no hace falta ser muy listo para ver que el ‘status quo’ alcanzado le aleja mucho de ser ese inocente y apasionado veinteañero que disfrutaba del flamenco igual que del rock. El interés del documental acaba justamente al alcanzar sus discos más reconocidos, Más (1997) o El alma al aire (2000), y más cuando vemos pasar de puntillas por sus momentos más oscuros como los fracasos comerciales, las polémicas personales o el divorcio, desfilando como una centella ante nuestros ojos.

El hecho de crear una cuenta regresiva para su multitudinario concierto homenaje de ‘Más Es Más‘, a la vez que repasamos su discografía no deja de ser ingenioso, pero ni visualmente ni en ninguno de los aspectos técnicos destaca o impacta. Lo dicho, en estos casos es más interesante la biografía no oficial que este simulacro e impostado documental.

¿El verdadero Alejando Sanz?

Sobre las otras películas que finiquitaban la sección de largometrajes, no hay mucho que decir. Los adioses, de la mejicana Natalia Beristain, se trata de un biopic innecesario y anacrónico sobre la escritora mexicana Rosario Castellanos, la buena intención del mensaje feminista y de liberación de la mujer no evita que la cinta se convierta en una aburrida e insufrible propuesta. Sobre la nueva película de David Trueba, Casi 40, decir que el exceso de nostalgia, tanto en el libreto como en el proyecto en sí contando con los dos actores (Lucía Jiménez y Fernando Ramallo) que ya rodaron su opera prima (La buena vida), le hace flaco favor aquí. Llaman la atención el poco artificio y la racanearía visual. Los buenos demonios, la última de las películas que competían, es un claro ejemplo de cómo un buen guión puede ser trasladado de manera apática y sin fuerza a la gran pantalla.

Salir de la versión móvil