Los videojuegos siempre tienen la culpa

Quiero iniciar este artículo de opinión dejando claro que es una opinión personal, no suscribe a todo el equipo, y que se basa en la experiencia propia; probablemente haya muchas personas que no estén de acuerdo con ella y os animo a abrir debate, siempre y cuando éste tenga el mismo tono de respeto que éste artículo.

Cada vez que salta una noticia sobre un acto violento por parte de un adolescente que, entre otras aficiones, juega a videojuegos aquellos que disfrutamos usualmente de este entretenimiento digital vemos cómo se nos mira como asesinos en potencia y cómo se señala con el dedo a éste, nuestro hobby, marcándolo como el principal responsable de este tipo de barbaries. Es muy fácil poner titulares como el utilizado en este post irónicamente para justificar desgracias como la ocurrida recientemente.

Si bien es cierto que en algunos de estos hechos el jugar a videojuegos violentos es un denominador común quiero hacer una introspección de lo que, yo como padre, valoro al respecto. El perfil de los que cometen este tipo de hechos es un denominador que también es bastante común y que pocos paran en analizar, puesto que es muchísimo más fácil criticar hábitos superficiales que incitar a toda una sociedad a la reflexión. Hablamos de chicos/as tímidos, retraídos, que no tienen una integración social normalizada y que han mostrado signos de aislamiento social muy marcados.

El hecho de que vean películas o series violentas, o sean jugadores habituales de videojuegos de ésta índole despierta en mí, como padre, una duda muy marcada y que algunos medios (incluido el nuestro) han planteado ya: «¿Dónde estaban los padres de estos chavales?». Recientemente se ha armado mucho revuelo con el intento por parte de las autoridades de mover a otra franja horaria cierto programa de «actualidad» de la cadena Telecinco por su adecuación o no al horario denominado como infantil. Los padres somos responsables de supervisar, entre otras cosas, todo aquello a lo que acceden nuestros hijos, más aún en edades tempranas (en las que son más influenciables y se está formando su carácter) y hasta que alcanzan la mayoría de edad.

¿Cómo puede jugar un chaval de 12 años a un COD o ver The Walking Dead? Yo, personalmente, creo que esto es solo la punta del iceberg y que denota un grave problema que es mucho más frecuente y grave de lo que creemos en la sociedad actual. Yo, con 32 años, no me considero ningún abuelo, ni muchísimo menos, pero recuerdo pasar toda la tarde con, al menos, uno de mis progenitores. Ver la TV con ellos, jugar a los videojuegos delante de ellos, hacer los deberes con ellos; son costumbres o hábitos que pueden parecer insignificantes pero gracias a ellos los padres no solo eran conscientes de la índole del contenido al que accedíamos, sino que tenían un vínculo mucho más estrecho con nosotros y eran conscientes de todo aquello (o al menos de la gran mayoría) que pasaba por nuestras cabezas.
El diálogo entre niños y progenitores es algo tremendamente importante en la formación del carácter del niño y la forma en la que va a aprender a socializar y, por tanto, a formar su personalidad. Es tremendamente fácil decir que un programa de televisión, un videojuego o «pepito el de los palotes» ha influido negativamente en nuestro hijo y eximir así nuestra mayor responsabilidad como padres: la de cuidar y educar a nuestros hijos. Y con educar no hablo de formar académicamente, porque esto es algo que parece afectar muchísimo a algunos padres, ni a enseñar a dar las gracias o contestar con un “de nada”. Cuando hablo de educar a un niño/a hablo de enseñarle a interpretar los actos de los demás, enseñarle a socializar e integrarse en esta sociedad en la que vivimos y actuar conforme a unos valores que yo, y solo yo, debo considerar, o no, como adecuados.

A día de hoy todos tenemos como mínimo un trabajo, algunos dos, y hacemos horas extras a más no poder para poder permitirnos adquirir cosas como una casa más grande, un móvil de última generación, consolas y demás lujos a los que, siendo sinceros, la mayoría de nuestros padres (o al menos los míos) prefirieron dejar de lado con un único fin: pasar más tiempo con nosotros, sus hijos, mientras que hoy día el niño pasa la mayor parte del tiempo en ludotecas o a cargo de canguros.

Muchos achacan el entretenimiento digital a este tipo de hechos, y argumentan con cosas como «estas cosas no pasaban hace treinta años, cuando esto no existía o no estaba tan extendido» y entiendo que puedan tomarlo como válido, pero no es la única cosa que ha cambiado en el transcurso de este tiempo. La sociedad ha cambiado y la forma en la que vivimos también, y este tipo de cosas son un fiel reflejo de todos estos cambios. La presencia de menores de edad en internet, foros, redes sociales y demás medios de comunicación digitales los expone a todo tipo de contenido que no es, ni muchísimo menos, adecuado para ellos y, por si todo esto fuera poco, se les permite comprar o jugar al videojuego de moda sin saber que en éste se consumen drogas o tiene un contenido violento. ¿La culpa es del videojuego o de la poca implicación de los progenitores en la educación de los hijos?

He centrado la mayor parte del artículo a la educación y vigilancia de los niños por parte de los padres, pero no es ni muchísimo menos el único problema actual que detecto (aunque sí el más acuciado). La sociedad en general ha cambiado, recuerdo que no hace tanto podías jugar en la calle porque cualquier adulto que viera algo extraño iba a intervenir si observaba algo que pudiera perjudicar al niño, bien fuera un peligro que se presenta en forma de accidente o que alguien con dudosas intenciones se acercara al grupo de chiquillos que jugaba ajeno al peligro. Hoy día esto no pasa, cada uno va a lo suyo y como consecuencia de ello cada vez vemos más niños en casa, jugando a los videojuegos o lo que sea, y menos en la calle porque «la calle ya no es tan segura como antes» o «pasan tantas cosas raras por ahí que uno no se fía».

Siempre he dicho a todo aquel que esgrime estos argumentos que ese mismo peligro se encuentra también en el cuarto del niño, a través de internet. No puedes desentenderte de tu hijo porque se encierre en su cuarto y ahí esté seguro. Obviamente no le va a atropellar ningún coche ahí dentro, pero sigue expuesto a una serie de peligros a través de la red y, por tanto, necesita la supervisión y cuidado de un adulto.
No quiero cargar la responsabilidad de este tipo de hechos a nadie en concreto, padres, profesores, amigos, vecinos; todos somos integrantes de la misma sociedad y, por tanto, en mayor o menor medida somos responsables de lo que pasa en ella. La culpa no es de los videojuegos, ni de las series o películas violentas; hemos de mirar más allá e indagar en el problema en vez de tratarlo de forma amarillista para conseguir llamar la atención en las redes sociales o vender más ejemplares de un periódico. Hay que involucrarse activamente en la detección de sujetos asociales y con problemas de integración y utilizar las herramientas que las administraciones ponen a disposición de todos para atajar el problema. Es raro el colegio o instituto que no tiene pedagogo o psicólogo al que acudir si se detecta un caso de aislamiento social o comentarios alarmantes. No hay niños «raritos», hay niños con problemas de diversas índoles y es responsabilidad de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad intentar proteger un bien tan preciado como es el de la infancia, bien sea comunicando este tipo de comportamientos o señales de socorro o alerta a un responsable del centro en el que está, a los propios padres o a los servicios sociales correspondientes.

No es mi intención señalar a nadie en particular como responsable de las desgracias ocurridas en este ámbito. En mayor o menor medida todos somos responsables y tenemos nuestra parte de culpa puesto que, aunque no lleguen a estos extremos, todos hemos conocido a algún chico o chica con problemas de socialización y pocas veces hemos actuado en consecuencia.

La intención de éste artículo no es ganar visitas (de hecho no estoy seguro de que llegue a publicar esto), buscar a un culpable o eximir de toda culpa a este entretenimiento digital que tanto me apasiona; es invitar a la reflexión a todo aquél que esté dispuesto a hacerlo, intentar concienciar a la gente de que, como sociedad, el cuidado de la infancia es responsabilidad de todos y dar un pequeño toque de atención a todos aquellos padres que, sea el motivo por el que fuere, no pasan todo el tiempo que quisieran o pudieran con sus hijos puesto que ellos no dejan de ser nuestro más preciado bien.

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