Metro: Last Light. Análisis PC

Mucho ha llovido ya desde que Dimitri Glukhovski, harto de la posición que mantenían en cuanto a la publicación de su obra, decidiera publicarla de forma gratuita por internet. El éxito no tardó en llegar. Metro 2033 ya es para muchos una de las mejores novelas de ciencia-ficción del siglo XXI, un retrato de una humanidad dividida y destinada a vivir durante cientos de años en la oscuridad, en los legendarios túneles del metro de Moscú. La maestría del escritor ruso en los marcos de la narración y la descripción metían al lector de lleno en esta historia triste protagonizada por un muchacho llamado Artyom que a sus 19 años nunca antes había visto la luz del sol. Glukhovski no lo dudó un momento y decidió expandir el universo que había creado, un entorno post-apocalíptico tan original que daría para cientos de miles de historias de supervivencia, superación, traición cuya principal base, como toda buena obra de este carácter, es la filosofía humana y cómo todos los valores que rigen una sociedad como aquella de la que hoy se disfruta acabarán bajo los escombros, al igual que sus ciudades, monumentos y cualquier rasgo de organización.

El éxito de la primera obra acabó dando lugar a una segunda parte, 2034, un videojuego y la proposición de Hollywood de llevar la historia al cine. Last Light es la continuación de aquel título que pasó totalmente desapercibido allá por 2010 cuando el público no entendía de otras clases de FPS que no fueran los online, a pesar de ser uno de los mejores de su género codeándose con Bioshock o Half Life. La historia de las novelas se ramifica tras 2033 para dar a luz, por un lado, a 2034 (de diferente protagonista) y Last Light, como decíamos antes continuación directa del primer título o libro, que enlazará con el nuevo proyecto del autor ruso: Metro 2035 y cuyo guión pertenece a su autoría, habiendo colaborado con el equipo de 4A Games para traernos de vuelta a las líneas de metro moscovita.

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Se sospechaba que el desarrollo del presente título se vería gravemente perjudicado por la caída al vacío de su distribuidora, THQ, hace ya varios meses. Afortunadamente, al encontrarse dicho proyecto en una etapa demasiado avanzada, no ha encontrado demasiados problemas de cara a su lanzamiento, con la única diferencia de que ahora el logo de Deep Silver figura en la caja. Sagas como esta o Darksiders no podían perderse en su momento de apogeo… aunque la suerte se ha abrazado al equipo de 4A Games.

A continuación pasamos a hablaros un poco del argumento, que para aquellos usuarios que no hayan jugado a la primera entrega, 2033, puede ser un spoiler bastante interesante. Si aún no habéis catado esta maravillosa obra de 2010, no hay momento mejor. De hecho, mi compañero Víctor nos trajo un videoanálisis bastante trabajado no hace mucho.

Año 2034. La historia transcurre paralela a los acontecimientos de la segunda novela de Glukhovski, pero esta vez en la piel del ya no tan joven Artyom. Hace 365 días que él y Miller subieran a la torre de comunicaciones más alta de Moscú y eliminaran a la raza de los Oscuros, séptima evolución del ser humano adaptada a la supervivencia en parajes asolados por la radiación y gran amenaza para el Homo Sapiens, que se ve obligado a refugiarse en los túneles de metro y no salir al exterior sin una máscara de gas. Después de un vídeo de introducción realmente emotivo y cinematográfico en lo emocional, nos ponemos en la piel del protagonista, en una escena realmente desconcertante (recordemos que Artyom tiene una «pequeña» relación con los nosalis, y más de una vez ha acabado al borde de la locura). Tras esto, volvemos al mundo real. No voy a adelantaros mucho más de la historia, pero tiene que ver con una cría de Oscuro que sobrevivió al ataque y con una gran guerra que va a desencadenarse en los túneles.

Una obra que vuelve a reflexionar sobre las ideologías, y la ridiculez de las luchas internas en un entorno de peligro para toda la humanidad

Glukhovski pone el guión del título a un nivel exquisito, que sin llegar a entrar en las paradojas temporales de Bioshock Infinite, prosigue hilando una de las historias post-apocalípticas más grandes y profundas que se han visto en videojuego alguno (perdonadme, Bethesda). Como miembros de la Orden, cuya función es en cierto modo «controlar» lo que ocurre en la superficie, de ideología más o menos neutral y que no se inmiscuye en los asuntos políticos del metro, tendremos que hacer frente a una misión que en cierto modo parece sencilla, pero cuando menos nos lo esperamos acabamos cayendo en la boca del lobo en contra de nuestra voluntad. Y nos encontramos con ese conflicto humano que viene siendo la base de toda novela de supervivencia a día de hoy, pero la idea que propone Glukhovski es mucho más original. La organización es asombrosa, algo que los fans de la saga del escritor ruso ya conocen de sobra desde el primer título, pero en este Last Light todo parece mucho más evolucionado. Cada estación de metro es una ciudad, con sus comercios, fábricas y hasta lugares de ocio. En la inmundicia, con altos grados de delincuencia y en un entorno claustrofóbico de apiñamiento, pero todo parece en cierto modo normal. Como dice uno de los personajes que nos encontramos a lo largo de la aventura, nadie pensaba que aquello iba a durar más de dos meses. El hecho de que cada estación presente sus propias ideologías (más o menos se podrían clasificar en comunistas, fascistas y neutrales) vuelve a poner de manifiesto la naturaleza depredadora del ser humano, ya que a pesar de contar con una amenaza común (los Oscuros) se matan entre ellos.

El argumento es una delicia, pero los que esperen ver en Glukhovski un Levine bebiendo vodka van mal encaminados. Ambos estilos son incomparables, y se podría decir que en muchos aspectos los títulos son como el blanco y el negro: totalmente incompatibles. Mientras la obra de Levine apuesta por una historia que incita a la reflexión y juega con la ciencia ficción, el que se nos presenta cuenta con un argumento que se limita a contar una historia, quizás de ciencia ficción, pero que apuesta mucho más por el «qué pasaría si…» Los que hayan jugado Bioshock Infinite comprenderán que su historia se disfruta casi más al final que durante el juego, y Last Light está hecho para ser saboreado en cada momento. Quizás el final no nos haga pensar demasiado, pero hemos disfrutado como enanos de la peculiar forma de contar historias del guionista desde el primer capítulo.  Oscuridad frente a la luz, veracidad frente a fantasía. Y he decidido sacar este asunto por el revuelo que está surgiendo en muchos foros. Nos encontramos ante una de las mejores historias que se han contado en lo que llevamos de generación, una delicia narrativa que no deja atrás sus orígenes en el papel.

Gráficos

Moscú, presa de un sueño originado por el hombre. Como dicen por el metro, no es la única ciudad del mundo que ha acabado así.

Los expertos siempre han sostenido que uno de los títulos más exigentes a nivel de benchmark a día de hoy sigue siendo Metro 2033, que junto a Crysis 2 o Battlefield 3 fueron sueños a alcanzar por un PCero. Han pasado unos añitos, pero 4A Games no ha querido quedarse atrás, siendo su Metro Last Light una auténtico reto para cualquier PC. La cantidad de memoria que chupa la iluminación, siempre extremadamente importante, o los espectacularísimos espacios abiertos son un paso más en el realismo gráfico, pero un obstáculo bastante importante para los usuarios de PC que no trabajen en la NASA. Y es que con estos títulos tan exigentes tenemos siempre problemas con nuestra gráfica. Igual que el nuevo Tomb Raider se desenvuelve excelentemente en casi cualquier tarjeta AMD, los creadores de STALKER han apostado, como llevan haciendo siempre, por la tecnología de Nvidia y sus famoso sistema de físicas. Desgraciadamente, los poseedores de cualquier gráfica de la marca rival se han visto perjudicados más de lo normal, habiéndose detectado multitud de irregularidades y errores en muchos modelos de AMD. Un punto que no nos ha gustado en absoluto es que la configuración gráfica está realmente limitada, sin demasiada eficiencia en el ajuste automático o una opción de personalización avanzada que nos permita hallar el rendimiento óptimo. Todo esto se podría intentar arreglar con un parche que iguale al menos un poco la diferencia entre las dos marcas, pero sus creadores han insinuado que aún así no pueden asegurar que el juego rinda bien.

Aunque si no tenemos este problema hay que decir que vamos a disfrutar de una experiencia sin precedentes, que no evoluciona demasiado frente al también genial en lo técnico 2033 pero que mantiene el puesto en el podio de calidad gráfica en los últimos años: una iluminación bestial, efectos de partículas que nos dejarán en el sitio, texturas realmente impresionantes a niveles muy altos… Y, como dijimos antes, el diseño de personajes y escenarios apuesta por el realismo más absoluto en proporciones y detalles tanto en cuerpos y movimientos como en escenarios (la superficie nos dejará literalmente helados por su desolación, silencio y ausencia total de humanidad). Los enemigos mutantes son grotescos y realmente espeluznantes, presentándose en las partes de «terror parcial» por el que apuesta el título en numerosas ocasiones.

Un apartado gráfico soberbio en consolas y más aún en PC, pero que presenta debilidades en esta plataforma por la falta de libertad de configuración, además de diferencias palpables a nivel de rendimiento según qué marca de tarjeta gráfica utilicemos, algo que no nos parece justo y que vemos como una estrategia comercial un poco rastrera.

Jugabilidad

El metro REBOSA vida. El contraste al salir a la calle nos deja con la boca abierta.

Clasificar la saga Metro como FPS quizás pueda ser un poco lanzado. El juego muestra muchas características de los shooters en primera persona, pues la acción abunda durante toda la aventura, pero también presenta toques de terror que nos harán saltar de la silla más de una vez. Vamos a clasificar la acción que se desarrolla en el juego en dos grupos: capítulos contra humanos y capítulos contra mutantes, que sobresalen claramente a pesar de que el juego consigue equilibrarlos de manera perfecta. Habiéndose desencadenado una brutal guerra en el Metro, más de una vez, ya sea porque están en nuestro camino o que nos tienden una trampa, acabaremos en bases de ideologías radicales, fascistas y comunistas mayoritariamente. Aunque su predecesor apostaba mucho más por la acción, siempre disfrutaba uno intentando ir de sigilo con los famosos cuchillos arrojadizos. Pues bien, en Last Light las cosas han cambiado favorablemente, pues ahora los enemigos son mucho más duros de abatir con balas, que escasean bastante. Por lo tanto, muchas veces permanecer en la sombra es la mejor opción. Para ello, 4A Games ha trabajado mucho su nueva mecánica jugable: podemos elegir entre matar o dejar inconsciente el enemigo, y habrá que ir apagando las luces que encontremos en nuestro camino para que no nos descubran. Aquí la naturalidad de las actitudes de los enemigos se dejará ver claramente, pues no se dedicarán simplemente a patrullar la zona como si de robots aspiradora se tratasen. Por ello mismo, y por poner un ejemplo, deberemos esperar a que un grupo finalice su conversación y vuelva al trabajo, que un soldado se separe del grupo para «echar una meadita» al rincón o se siente y nos de la espalda… Y siempre nos quedarán los tiros, pero recordamos que las balas utilizadas son caseras y realmente malas, pues las de calidad militar se reservan como moneda de cambio.

Pero cuando el conjunto de verdad gana fuerza, cuando más sensaciones experimentamos y más se aleja el presente título de otros muchos de su género, es en las fases «Metro» puras y duras, esas en que, con una linterna, una batería y poca munición tenemos que emprender un largo camino hasta el objetivo que pasa por túneles deshabitados, zonas enormes completamente abandonadas y llenas de horripilantes recuerdos que lo que pudo haberles pasado a las familias que las habitaban, largos paseos por la superficie desolada… La saga de 4A es el mejor ejemplo del acercamiento entre los géneros de shooter y survival, que nos intentan decir que no por llevar una pistola estamos servidos. Los mutantes son duros de roer, y a los que ya vimos en 2033 se le suman en torno a tres especies más y alguna sorpresilla muy cabrona y grande, y el hecho de que la salud no se regenere por sí sola sino con botiquines nos hará pasar situaciones muy chungas en los modos de dificultad más altos. Por supuesto, no vais a encontrar en Last Light un Silent Hill, pero sí una experiencia de acción que incorpora partes muy inquietantes y sobrecogedoras.

En las estaciones repondremos armamento y munición. Aquí podremos interactuar con multitud de personajes e incluso realizar pequeñas misiones secundarias.

La estructura del juego es claramente lineal, dividida en episodios con una previa introducción muy al estilo de la novela, pero con ello no decimos que no exista la exploración o no se premie. De hecho es exactamente lo contrario. Sin intentar hacer ningún spoiler, hay un capítulo en que tendremos que desplazarnos de un punto A a uno B mediante un vehículo bastante lento en una zona que pone los pelos de punta. Tenemos la opción de bajarnos en cualquier momento y decidir si entrar o no en diversas áreas alternativas donde hallaremos algo de munición, botiquines o filtros para la máscara de gas, pero quizás alguna que otra parada cardíaca. Igual ocurre con otras cuantas fases en la superficie, en las calles de Moscú (las favoritas de muchos de los que jugaron al primer juego) en que tendremos que controlar no solo la salud o la munición, sino también el estado de la máscara de gas o el tiempo que les queda a los filtros, y cambiarlos en el momento oportuno (no hay nada automático). Esto sí que es Metro. Es algo que no estamos acostumbrados a ver y atrevido, como, en general, el universo que ha creado el escritor ruso. El hecho de que ya haya algo que no sea exclusivamente pegar tiros es muy importante y algo que hay que valorar. Como pega, pondríamos que quizás se ha abusado un poco de scripts a la hora de representar muchas escenas emocionantes, de gran espectacularidad, sí, pero algo ajenas al jugador. Además, a pesar de que el equilibrio es realmente bueno, hemos comprobado cómo muchos usuarios siguen disfrutando mucho más las zonas en las que no hay enemigos humanos, pues son las que de verdad marcan la diferencia.

 Modos de juego

La campaña de Last Light abarca unas 10-12 horas compuestas de capítulos cortos, pero abundantes. Evidentemente, esta duración varía según el modo de dificultad. Aquí debemos resaltar la existencia del modo Comando, disponible para aquellos que hayan reservado el juego y como DLC para los demás (algo que no acabamos de entender). Esta modalidad nos propone deshacernos de todo tipo de indicadores o mapas. En resumen, nos dejan en pelotas. Debido a la no muy importante rejugabilidad del título, puesto que solo hay dos finales básicos: el bueno y el malo; jugar en Comando es siempre una buena opción a la segunda vuelta. El problema es que si no pagamos los cinco eurazos que supone su adquisición nos quedamos sin merienda. Tampoco existen modos online o multijugador, algo que se suele atribuir a los títulos de este género, pero encontrándonos ante obras de importancia claramente narrativa, como he dicho siempre, no veo motivo para meterlo con calzador sino una afición obsesiva por sacar DLCs a cascoporro (que los tendrá, pero al menos destinados a completar el guión)

Sonido y FX

Si hay algo que se me quedó grabado a fuego del primer juego, es su tema principal. Tan sencillo, pero a la vez tan profundo y que transmite tan bien las sensaciones que puede estar experimentando una persona que se ve destinada a vivir en la oscuridad de los túneles de una línea de metro para toda la vida. Os dejo la revisión de este tema que se ha hecho para la segunda parte del anteriormente mencionado 2033. Todos los temas que componen la BSO presentan una alta calidad, pero algunos sobresalen claramente sobre los otros.

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A esto hay que añadir un doblaje al español muy conseguido, que recupera a los actores de la primera aventura para poner voz a Artyom en los créditos iniciales, Khan, Miller… Pero se mantiene la polémica que tanto dio que hablar en 2010, pues la versión original presenta unos acentos rusos muy logrados, algo que se hecha bastante en falta en la española, versión en la que todos los personajes con los que nos encontramos hablan perfecto castellano, con alguna que otra muletilla intercalada «rusiañola», pero que nada tiene que hacer frente al enorme trabajo del equipo de la V.O.  Aún así, se trata de un doblaje ejemplar y del que deberían tomar nota muchas compañías que ni se interesan lo más mínimo en traducir sus juegos.

Conclusión

Sabíamos que esta vez la nueva entrega de la saga Metro no iba a pasar tan desapercibida como la primera. Muchas eran las espectativas puestas en él, y las ha cumplido casi todas. Una obra realmente exquisita a nivel narrativo, de una atmósfera sencillamente brutal. Unas mecánicas de juego muy personales, características y originales… No hace falta tener muchas luces para saber que Metro Last Light no es un shooter convencional. A nivel gráfico, aunque tenga algunos problemas de rendimiento, es de lo mejorcito que podemos encontrar y el mejor benchmark para comprobar si nuestro PC puede aguantar lo que le echen de aquí a por lo menos dos años. Muchas esperanzas tenemos puestas en el universo creado por Gukhovski: libros, juegos y hasta una película… Tendremos más, eso seguro, y si Deep Silver lleva la franquicia con cabeza y no cae en la trampa de la acción explosiva que ya en algunas partes se ha podido ver en Last Light (aunque dentro de lo razonable, de momento) el metro de Moscú se convertirá en el hogar de cada vez más aficionados, y nosotros encantados estaríamos de volver a coger la Bastarda, comprar algo de munición, poner la máscara de gas y salir a cazar mutantes.

El Kremlin pende de un hilo, pero resiste a la amenaza nuclear.

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