Morgan. Crítica

Morgan

Morgan es una producción distribuida por 20th Century Fox cuyo primer aspecto llamativo es ser la ópera prima como director Luke Scott, hijo del ya legendario Ridley Scott.

Parece que el vástago, pero no tan joven Scott (tiene 48 años) ha heredado de su insigne progenitor el gusto por el cine pues ya dirigió un episodio de la serie de terror británica The Hunter en 1999 o el corto de 2012 Telar. El resto de su carrera ha sido como ayudante de dirección y siempre en producciones de la familia Scott. Con Morgan, Luke Scott, también guionista, da el salto a la dirección de un largometraje aunque sin abandonar el cobijo en la producción de su insigne e inteligente padre.

Toda esta circunstancia hace que se preste a esta cinta quizás más atención de lo debido para comprobar si se ha producido transmisión genética de la genialidad que en muchas ocasiones ha hecho valer al padre Ridley, o incluso de la fuerza en la dirección de escenas de acción del malogrado tío Tony Scott. Tras el visionado podemos concluir que no, que la película no alcanza a cumplir las expectativas y que termina siendo un producto de lo más convencional pese a tener puntualmente destellos de cierto interés.

El planteamiento de la película es muy interesante: una especialista en resolver problemas corporativos (Kate Mara) tras un misterioso accidente es enviada a una localización secreta en la que deberá evaluar una nueva forma de vida y decidir si debe exterminarla o no. Se trata del ser artificial biohíbrido (Anya Taylor-Joy) cuyos creadores han bautizado como Morgan y que podría suponer un peligro incalculable para el mundo, pues aunque aparenta ser una adolescente normal posee facultades sobrehumanas que además evolucionan rápidamente.

Con tal planteamiento el filme revisita una temática que ya tiene un largo recorrido desde Frankenstein (uno de cuyas variantes en el cine es precisamente la legendaria Blade Runner, obra de Ridley Scott) y cuya última expresión cinematográfica la encontramos en la exitosa ExMachina de 2015, en cuya estructura y ambientación parece que se asemeja, pero sólo en principio. Las comparaciones son odiosas y más en este caso, pues ciertamente la película de Alex Garland protagonizada por ese ser maravilloso que es Alicia Vikander le gana la partida por goleada en atmósfera, sutileza dramática y desarrollo.

El punto de inflexión es la escena en que Paul Giamatti (siempre genial) realiza un particular test de Turing a la semirobótica Morgan, momento más intenso del filme a partir del cual la película comienza a desbarrar. Desde aqui su potencial de reflexión existencial sobre la entidad del ser artificial se diluye, los efectos de la manipulación genética en la personalidad y la conciencia de sí mismo, el afán de supervivencia, la empatía hacia los seres humanos, la noción de familia y tantas otras sugerentes cuestiones terminan brillando por su ausencia.

Llama también la atención el desaprovechamiento de un magnífico elenco de actores algunos de los cuáles no se comprende muy bien cuál es su finalidad. Por ejemplo, tras la prometedora escena inicial no sé entiende qué hace en esta película Jennifer Jason Leigh cuya aparición final es totalmente inconsistente, o el especial vínculo de Morgan con Rose Leslie (la inolvidable Ygritte de Juego de Tronos) no se desarrolla en su potencial. También aparecen desdibujados superficialmente otros grandes actores como Toby Jones.

Los únicos que tienen enjundia son los papeles de Paul Giamatti y especialmente el de Kate Mara (a la que tenemos presente desde la fabulosa primera temporada de House Of Cards) que al fin termina alzándose como la auténtica protagonista del filme. El papel de Morgan desarrollado por Anya Taylor-Joy (últimamente conocida como la protagonista de La Bruja) caracterizado por un ridículo maquillaje, se supone que para enfatizar su condición de ser híbrido, no termina de hacerse consistente sometido a los vaivenes y giros de guión.

Conclusión Morgan

En definitiva, pese a algunos destellos sugestivos, lo triste de Morgan es que termina defraudando y acaba construyendo un híbrido imperfecto y nada sutil que se aproxima más al thriller de acción psicópata de lo más manido y convencional que a la película de reflexión sobre los efectos de la robótica o del moderno Prometeo. Tras un comienzo prometedor, el filme evoluciona hacia la disolución de todo interés con giros de guión que nos abocan a la frustración y al sentimiento de pena por lo que pudo haber sido y no fue.

https://www.youtube.com/watch?v=kMMvaTvxLIo

 

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