Retratos de Familia (Ilo Ilo). Crítica

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La filmografía de países tan exóticos para nosotros como Singapur es muy desconocida en este lado del mundo y son escasísimas las películas de calidad que llegan al gran público desde esas latitudes. Una  afortunada excepción la constituye la película Retratos de Familia, que a partir del 10 de Julio y gracias a la distribuidora Good Films se estrena en España. Se trata de una pequeña joya del cine singapurense obra prima del director Anthony Chen, que fue estrenada mundialmente en el 2013 y que cuenta con varios premios a nivel internacional entre el que destaca la Cámara de Oro a la mejor ópera prima del Festival de Cannes de 2013. También fue proyectada con buena acogida en el Festival de cine de Gijón en el mismo año.

Retratos de familia (título original Ilo Ilo) es una película desprovista de artificios que con total sencillez nos cuenta de forma intimista las vivencias de una familia urbana  formada por el padre, la madre embarazada y el hijo pequeño, que deciden contratar a Terry como criada, una mujer filipina que ha emigrado a otro país en busca de trabajo. Toda la familia tiene que adaptarse a la presencia de esta extranjera en el pequeño apartamento en el que viven, lo que altera aún más su relación ya tensa. Sin embargo, Terry y  el problemático chico al que cuida, gracias a la paciencia y al carácter de ella, irán consolidando poco a poco un vínculo de afecto. Mientras, la familia parecerá ir desintegrándose paulatinamente debido a la crisis laboral y financiera que se cierne sobre los progenitores, unida a sus dudas vitales y existenciales.

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Partiendo de estas premisas que tienen cierto carácter autobiográfico pues se basan en las experiencias de la infancia del director (la película está ambienta a finales de los años 90) y el gran cariño que llegó a tener por su criada filipina, Anthony Chen construye un relato de dimensión universal con cierto toque indie o de cine independiente que pone sobre el tapete cuestiones que invitan a la reflexión sobre el sentido de la institución de la familia moderna, los resortes en los que se apoya y la infelicidad y  la incomunicación latente en la vida cotidiana. Pese a estar localizada en un determinado momento y lugar, la historia es perfectamente extrapolable a cualquier otra familia urbana occidental. Ciertamente no se trata de un tema para nada novedoso en la historia del cine, todo lo contrario, pues la familia y sus conflictos de falsas apariencias, incomunicación y desapego han sido tratados en múltiples ocasiones en el cine y la literatura dando lugar a grandes obras maestras. La virtud de este filme es que vuelve a tratar un tema recurrente tamizado por la perspectiva de las crisis económica y laboral que cíclicamente nos aqueja en las últimas décadas, y además lo hace con sencillez, frescura y honestidad.

El punto que sirve de resorte en el argumento del filme es la presencia de la criada, cuyas condiciones de vida y trabajo en su nuevo hogar de acogida  recuerdan una sutil forma de esclavitud y la manera que ésta tiene de afrontar su relación con la familia, especialmente la relación de afecto que consigue con el hijo, lo que terminará despertando los celos de la madre. Paralelamente asistimos a la crisis económica que se cierne sobre el hogar con un padre vendedor que se ve sin trabajo y frustrado en sus expectativas, y una madre embarazada que trabaja redactando cartas de despido, preocupada por el orden y la disciplina doméstica pero que al mismo tiempo tiene una gran insatisfacción que  trata de solventar acudiendo a un gurú de la autoayuda (“la esperanza está en tu interior”, que se repite como un karma) aunque comprobaremos que esa vivencia se resuelve de forma frustrante para la protagonista. Todas estas situaciones evidencian sutilmente la crisis existencial que sobrevuela el núcleo familiar, aunque haya una apariencia de normalidad, y terminarán precipitando los acontecimientos hacia un desenlace que no es tremendista si no, pese a todo, positivo y esperanzador.

Las interpretaciones de los cuatro protagonistas contribuyen a dar mayor crédito a la historia y todos desarrollan sus papeles con solvencia y contención dramáticas. Formalmente la película tiene un tono de cine de autor pero sin experimentos técnicos ni estridencias, con ausencia de banda sonora durante todo el filme salvo en los estupendos momentos finales que dejan abierta una puerta hacia el optimismo y la esperanza,  apostando pese a todo por la continuación de la institución familiar y rehuyendo a la vez de un final previsible y lacrimógeno. Es el momento culminante del filme, que dejará al espectador de un buen regusto a cine honesto y auténtico.

NOTA: 6,5

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