Rogue One Una Historia de Star Wars. Crítica

Rogue One

Lo primero que comentaré es que me confieso un ferviente seguidor de la saga galáctica que inició George Lucas en 1977. Siempre espero con anhelo el estreno de una nueva adaptación del universo cinematográfico de Star Wars, hasta el punto de haber convertido parte de mi domicilio en un pequeño museo o santuario de elementos relacionados con la, por el momento, heptalogía (no incluyo los spin offs que se van a estrenar, el primero de los mismos el que vamos a abordar a continuación -Rogue One-) de la que aún nos faltan dos continuaciones por estrenar.

Y esa demostración de explotación de todo tipo de mercadotecnia y elementos relacionados con Star Wars se ha visto acrecentado en los últimos años con la absorción del conglomerado de George Lucas por parte de la factoría Disney, cuya intención es exprimir esta gallina de los huevos de oro a través de múltiples series, videojuegos e historias cinematográficas, ya sean de la trama principal o de historias paralelas como esta Rogue One que nos llega, y que cuenta la historia, ya conocida por los fans de la saga, de un grupo de los denominados rebeldes que tienen como objetivo robar los planos secretos donde se esconde un fallo en el funcionamiento de la Estrella de la muerte, una nueva y poderosa arma imperial con la que pretenden finalizar con los últimos reductos de la alianza rebelde.

Es por ello que como fan de la saga, en un ejercicio de constricción trataré de dar mi opinión desde una perspectiva puramente de acabado cinematográfico, intentando separar las dos vertientes de opinión que suelen darse cuando se analiza las películas de esta saga. Por un lado tenemos la sensibilidad que evoca a nuestros recuerdos clásicos cuando vemos aparecer los rótulos detrás de la fuerza de la partitura original de John Williams, y  por otro la realidad higiénica de analizar cada uno de los episodios de la serie por separado.

Aquí es donde podemos analizar los pros y los contras de la cinta dirigida por el inglés Gareth Edwards, que ya demostró su pericia al frente de las cámaras de cómo mostrarnos escenas de gran fuerza visual en sus dos trabajos anteriores Monsters y Godzilla. A través del guion firmado por, entre otros, Tony Gilroy se aleja de la plantilla tipo que sí utilizó, por ejemplo, J.J Abrams en su Episodio VII «el despertar de la fuerza» y por la que recibió alabanzas y críticas a partes iguales.

Edwards pone énfasis en los escenarios y en resucitar a viejos conocidos de la saga, ya sea digital o metafóricamente hablando, y decide abordar de forma más libre la mitología de la saga con ayuda del libreto de Gilroy (cuentan las malas lenguas que en un intento de acortar la vertiente creativa del director por parte de Disney, refilmó varios segmentos del film), a través de un enfoque más maduro mostrando a un grupo de marginados o antihéroes que bordean los tonos más grises de la ética a los que no estamos tan acostumbrados en Star Wars, donde la luz y la oscuridad aparecen como temas principales de la saga, se muestran de forma más clara.

Así a través de la historia de Jyn Erso (Felicity Jones), hija del científico ideólogo de la Estrella de la muerte Galen Erso (Mads Mikkelsen) y de la que fue separada en su niñez, la película narra los intentos de esta de liberarle de las garras del imperio y del líder al frente de la construcción de la Estrella de la muerte Orson Krenning (Ben Mendelsohn) que lo tiene cautivo, y de paso robar tan preciados planos en cuyo interior, Erso ha instalado un fallo que podría desencadenar la destrucción de tan poderosa arma.

El filme va transcurriendo mostrándonos una protagonista femenina de carácter frío y recio, que en tan compleja misión será ayudada por el capitán rebelde Casian Andor (Diego Luna), al que acompañan un antiguo robot imperial reprogramado para la ocasión K2S8 (voz de Alan Tudyk) y un piloto de caza imperial desertor Bodhi Rook (Riz Ahmed), la ayudarán junto con Chirrut, una especie de monje ciego visionario de la fuerza (Donnie Yen) al que acompaña a modo de lazarillo y protector Baze Malbus (Wen Jiang), un miliciano con un cañón de iones (en un guiño oriental por parte de Disney al reparto enfocado a lograr unos mejores resultados en el mercado asiático).

Así, en el deje de aspectos negativos, comentar que tan variopinto grupo de marginados se nos muestra reunido con unas pinceladas rápidas, sin explicar una motivación clara que los guíe, a excepción del triste pasado de Jyn Erso. Y es aquí en el desarrollo de los personajes secundarios donde, a mi modo de ver a la cinta, le falta fuerza apostándolo todo a que este grupo de marginados de diversidad racial y principios diferentes le sigan ciegamente como si fuera una heroína de la rebelión con el pretexto de la esperanza, a modo de fuerza impulsiva, en un acto de fe (creer o no creer) enlazándolo como tema central de la mano de la fuerza, es decir: “la fuerza de la esperanza”. Es en este punto donde la película falla frente a otras de la saga como el Imperio contraataca o el despertar de la fuerza, en la holgazanería de su guion donde Abrams y Lucas, ayudados por Lawrence Kasdan, construyen unos personajes con los que sí te podías identificar.

Pero estos fallos de guion no lastran a la película, ya que esta sabe explotar muy bien sus virtudes que no son pocas. Desde los gags cómicos centrados en los personajes de K2S8 y Chirrut, pasando por cualquiera de la set pieces centradas en los cameos de los personajes clásicos de la trilogía original, así como el enfoque clásico que hace Edwards de la dirección, mostrando con elegancia la que podría ser considerada como la primera película de género bélico de Star Wars. Mostrando esta nueva vertiente de hibridación de géneros en la saga fantástica, evocando clásicos del cine militar, desde, por ejemplo, los cañones de Navarone en la parte que trata la misión de infiltración y rescate en la base científica del Imperio, hasta las variantes de tipo suicida tratadas en otras grandes películas del género como la Gran Evasión o Doce del patíbulo en su parte final.

Y es en su desenlace donde la película enseña sus mayores logros a través de una concatenación de imágenes que quedan en nuestra retina y que son muestra de la labor meticulosa de estudio que Edwards ha realizado de los iconos de la saga y donde se encuentra en su salsa. Desde las escenas de desembarco y batalla a pie de tierra de las tropas rebeldes contra los andadores AT-AT (que emulan a las mejores imágenes del videojuego Battlefront), pasando por cualquiera de las danzas que se dan en los planos de los enfrentamientos entre los X-Fighter y los cazas Tie, y concluyendo con ese homenaje al Episodio VI de la saga, en ese plano del crucero Kamikaze cabeza de martillo.

Conclusión Rogue One: Una Historia de Star Wars

A modo de conclusión diré que Rogue One se levanta sobre otras películas de la saga por mostrarnos un enfoque diferente, más maduro y oscuro del universo galáctico del que cabe destacar que, si miramos por encima de la pirotecnia visual propia de una película bélica, encontraremos una película más adulta que se aleja de cualquier atisbo de fraude que pudiera comprometer artísticamente a la película a través del uso de material remendado y de la emoción rápida y barata. Aconsejable a partes iguales tanto para los fans de la saga galáctica como para los amantes del cine bélico.

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