Una Dama en París. Crítica

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Una dama en París (Une estonienne à Paris) es una película de producción francesa dirigida por el estonio Ilmar Raag. La película, que se presentó en el festival de Locarno de 2012, llega con algo de retraso a las pantallas españolas de la mano de la dupla Good Films y La Aventura Audiovisual. Esta simpática película sirve, por un lado, para volver a ver a Jeanne Moreau, la que fuera musa de la Nouvelle Vague e icono de los 60 trabajando para maestros del celuloide de la talla de Louis Malle, François Truffaut, Michelangelo Antonioni, Luis Buñuel, Elia Kazan, Orson Welles o Wim Wenders. Y por otro para contar la historia real de la madre del director en el personaje de Anne.

El film se centra en Anne, una mujer que vive en un pueblo estonio sumida en su monotonía, encontrándose a su ex-marido bebido por la calle, cuidando a su madre moribunda y buscando más cariño con sus hijos del que recibe. Un día recibe una llamada de una antigua compañera de trabajo que le ofrece la oportunidad de cuidar a una anciana de origen estonio que vive en París. Con su madre muerta y con ganas de cambiar de aires acepta y se dirige al país de la baguette y la torre Eiffel. Aun así, Frida, la mujer que la espera en París, no parece querer ninguna ayuda.

Una dama en París es una historia simpática que reflexiona sobre la vejez y la soledad construyendo con muy pocos elementos de forma elegante. El film nunca se esconde de lo que es, una feel good movie amable con dos trabajos interpretativos de gran nivel que llevan todo el peso de la película. Quizás se apoya demasiado en algunos clichés en su estructura narrativa, y no es una película con un argumento original, pero el resultado es un más que correcto, un producto ideal para el espectador adulto que se aleja de los blockbusters veraniegos.

Laine Mägi es la encargada de interpretar a Anne, la protagonista con quien el espectador se identifica y observa las extravagancias y la dura personalidad de Frida. La actriz estonia ofrece una interpretación muy sutil y contenida, dejando brillar a Jeanne Moreau quien como todas esas «divas» la edad y las arrugas hizo que el medio cinematográfica la dejara en un plano secundario. La actriz francesa reaparece de forma estelar, con un personaje cascarrabias que ayuda a que reciba el cariño de la audiencia. Junto con las dos actrices destacar también el trabajo de Patrick Pineau como Stéphane, antiguo amante de Frida.

Conclusión de Una Dama en París

Una Dama en París es Jeanne Moreau. Una gran noticia ver la vuelta de actrices de su talla en un producto que no innova pero que muestra oficio.

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