Videojuegos y contradicciones

Los videojuegos se contradicen, y más actualmente. ¿Pero por qué estos pequeños discos o cartuchos (allá en sus tiempos) nos tienen prisioneros durante tantas horas? A veces estoy tan harto de esa contradicción que no tengo más remedio que exponerla y hacer que los demás hablen y me lo expliquen.

Hace muchos años, cuando el hombre aún dominaba a la máquina, alguien, y seguramente tendrá un nombre peculiar, creó el primer videojuego. Posiblemente no sería más que un par de tablas a cada lado de la pantalla y una pelota virtual que rebotaba en cualquier parte que tocaba. Una sencilla IA si es que la había, era nuestro oponente y poco más. Aquel juego se convirtió en uno de los más utilizados para rellenar horas muertas, para pasar el rato en el trabajo o para tener cinco minutos de relax. En una palabra: distracción.

Poco a poco, este juego se convertiría en algo un poco más complejo. La pelota cambiaría de color, se colocarían unas barreras a esquivar en el campo de juego, se pondrían tres niveles de dificultad, se pondría una puntuación a superar, etc. Entonces, comenzó el “vicio”. Una serie de personas tenían serios trastornos del sueño, se levantaban por las mañanas con los ojos secos, apenas dormían, tenían ojeras, pensaban todo el tiempo en una misma cosa: pasar al siguiente nivel, batir el récord. Y es que el espíritu de superación siempre ha sido una constante en el ser humano.

Pronto, al ver que el juego no daba más de sí, se optó por construir, escudándose en el avance de la tecnología, una “maquinita” de juegos. Con ello, miles de personas, en su tiempo libre, componían pequeñeces virtuales, sencillas reglas informáticas que pronto darían lugar a mayores complejidades. Así, tuvimos un juego de tenis, un “comecocos” y un famosísimo Tetris.

El virus se extendió porque “si acabamos de hacerlo así, ¿por qué no hacerlo así pero con esto y con esto otro?” Se unieron bajo el nombre de empresas y sacaron al mercado títulos a todo color. El juego de fútbol fue de menos a más y, en vez de dos equipos, pasó a tener cuatro. Por su parte, Mario se convirtió en Super Mario y Sonic… bueno, Sonic siguió siendo azul. El caso es que de las Atari, que yo recuerde, se fue pasando que si a los 8 bits, a los 16, a los 32, a los 64, a los 128, etc., etc.

Y sin ir más lejos y con esta vaga historia llegamos a la Wii, a la Xbox 360, a la PS3, al PC que levanta pesas, Nintendo DS, y a toda esta gama de consolas de última generación. Pero me crea cierta indecisión una cosa. Yo soy un gran defensor de los videojuegos, sin embargo, no puedo más que dudar con la contradicción que tienen encima y por lo que creo que, al final, han surgido máquinas más simples para el ciudadano medio al que “ni fu ni fa”.

Antes, cuando se jugaba a un juego de carreras, le dábamos al botón 1, se escuchaba un pitido, se nos plantaba delante de un circuito, en la pantalla se leía: 3, 2, 1… y el coche arrancaba si manteníamos pulsado el botón 2, a veces ni eso y arrancaba sólo, porque, total, si vamos a ir hacia delante, qué más da no pulsar el botón. Ahora viene Gran Turismo 5, y elijo a GT5 porque seguramente será sofisticado. Entonces, el coche no sólo tendrá “acelerador” y “freno”, sino que tendrá freno de mano, varias vistas, control analógico y varias opciones que son: evitar el subviraje, evitar el sobreviraje, alerones, tracción, carrera online, carrera profesional, sacarse el carné de conducir, editor de circuitos, camuflaje óptico, elección de circuitos, elección entre más de tres mil coches y otras cosas más. Vamos, que seguro que hacen un video en Youtube con el niño alemán loco antes de jugar a este juego.

No es que yo critique a GT. Yo lo que critico, o lo que me ha dado por criticar en este momento, es a la cantidad de opciones disponibles. ¿Para qué cinco niveles de dificultad si con simplemente UNO quedaría bien el juego?

Resulta que los videojuegos, aquel invento que se creó para distraer durante cinco minutos al personal, despliega ahora ante nosotros un sinfín de posibilidades y opciones. Aquello que se creó para evadirnos de nuestra realidad aboga, hoy en día, por esa misma realidad. Escuchamos a los creadores decir eso de: “el movimiento es ahora mucho más real, el control es más realista, el apartado gráfico es más fiel a la REALIDAD”. Es decir, que para evitar la realidad el refugio que nos queda es la realidad, al menos, una realidad distinta, por decirlo de alguna manera.

Pero bueno, hemos dado un rodeo, es verdad, hemos acabado en el mismo sitio en el que comenzamos. ¿O tal vez no? Tal vez, nuestra meta en la vida sea terminar en una realidad alternativa a la nuestra, que nos distraiga y que sea tan genialmente real que, a la hora de entrar en ella, no sepamos dónde está la diferencia. Porque, tal vez, lo que queramos sea triunfar de una forma y manera distinta a como lo podemos hacer en la realidad maleable en la que estamos destinados a vivir. Tal vez lo que queramos sea revivir los logros que los seres humanos han alcanzado y que ya no pueden alcanzarse. Tal vez lo que queramos sea tener nuevas metas imposibles de conseguir y nuevos objetos que atesorar y que van más allá del vil metal. Tal vez lo que estemos deseando sea ir más allá de la corrupta realidad para izar nuestra bandera en un planeta desconocido, derrocar al sistema impenetrable, acabar con el villano que nos dejó aquella espinita clavada, vengarnos de nuestro destino y caminar sobre las aguas, volar por los aires y levantar el trofeo que representa la libertad de toda la humanidad.

Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para decir qué los videojuegos se contradicen?

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