Crítica: Pasolini

La figura del poeta, escritor y director de cine, Pier Paolo Pasolini, es probablemente una de las más fascinantes, tanto por sus acciones en vida, como las extrañas circunstancias que rodean su muerte. Hombre de fuertes convicciones, sus ideas plasmadas en textos y películas no dejaron a nadie indiferente. En su breve filmografía, habló sobre la degradación social debido al agresivo capitalismo en las crecientes ciudades ejemplificadas por su querida Roma, la importancia de los conocimientos artísticos; así como las perversiones del ser humano. Este año, tras 40 años de su asesinato en la playa de Ostia, nos llega, gracias a las distribuidoras Good Films y La Aventura Audiovisual, a los cines españoles, Pasolini, una película dirigida por Abel Ferrara y protagonizada por Willem Dafoe en el papel del artista italiano.

El film se centra en el último día de la vida de Pier Paolo Pasolini. El autor nacido en Bolonia se encontraba promocionando Saló o 120 días de Gomorra mediante entrevistas a medios especializados, mientras convivía con su familia y se mandaba correspondencia sobre nuevas ideas y proyectos con sus compañeros y amigos más allegados. Hasta que la noche del 2 de noviembre del 1975 fue asesinado en Roma.

Con este planteamiento, la película va dirigida a un target cinéfilo que conoce la trayectoria de uno de los directores italianos más importantes e inclasificables de la historia del cine. La obra es cómplice con un espectador que entra con una buena predisposición mediante detalles y elementos del imaginario poético del protagonista. Aun así, también puede convencer al curioso y animarlo a explorar por si mismo la trayectoria de Pasolini.

Ferrara propone un acercamiento a la compleja personalidad de Pasolini mezclando unos hechos reales muy bien contrastados, como son las entrevistas con periodistas, cierta introspección hacia la persona que se escondía detrás del rimbombante nombre de Pier Paolo Pasolini y una representación de una historia en construcción del mismo, un borrador. Estos elementos se unen gracias a un vigoroso y acertado montaje que se convierte en una de las mayores virtudes de la película. En esa caótica (con toda la intención) y brillante mezcla con elementos oníricos, sale a flote esa fuerza creadora que siempre tuvo Pasolini y que en este caso tiene Ferrara y que sirva para que éste homenajee al primero. Aunque el film nunca se acerca a ser tan visionario, certero y polémico.

El film es una coproducción entre Italia, Francia y Bélgica, con un director y un protagonista estadounidenses, contando el último día de un director italiano. Esta unión tan variopinta provoca la incongruencia, hablamos siempre de la versión original, de que los saludos y algunos diálogos entre personajes sean en italiano, mientras que en la mayoría, que no todas las intervenciones de Dafoe como Pasolini son en inglés. Esos cambios entorpecen la narración y el desarrollo y alejan al espectador de la total inmersión.

De lo que no hay ninguna duda es que si un actor tenía que personificar a Pier Paolo Pasolini, este era Willem Dafoe. El actor de Wisconsin consigue una completa metamorfosis y nos regala una excelente interpretación sobria, sensible, con mucho respeto. Destacar la simpática colaboración de Ninetto Davoli, quien fuera uno de los actores fetiches del maestro romano, y quien el paso de los años no le ha quitado esa sonrisa iluminadora e inconfundible.

Conclusión

Pasolini está lejos de cualquier obra de Pier Paolo, sin embargo es un acurado retrato con mucha admiración, con una buena interpretación de su protagonista Willem Dafoe. Una narración que brilla en la unión de líneas narrativas gracias a su montaje y nos acerca al imaginario del poeta, escrito y director.

Nota 7

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