Inferno. Crítica

SONY PICTURES estrena Inferno en España, tercera adaptación de la saga de Dan Brown sobre las aventuras en Europa del profesor Robert Langdon (serie formada por El Código da Vinci, Ángeles y Demonios e Inferno, así como El símbolo perdido única novela que aún no ha sido llevada al cine).

De las tres películas llevadas a cabo hasta el momento en mi modesta opinión la mejor, por atrevida y excesiva, casi delirante en su planteamiento y resolución, es Ángeles y Demonios (inolvidable ese joven camarlengo cayendo en paracaídas sobre una abarrotada plaza de San Pedro que espera un nuevo Papa, tras la explosión en el cielo romano de la antimateria) lejos de todo el revuelo mediático y mercadotécnico que supuso El Código da Vinci fenómeno literario mundial que levantó todo el morbo posible con su estreno cinematográfico, pero que fue en el fondo frustrante.

Una vez asentada la franquicia, Inferno se nos presenta ahora más modesta en el planteamiento, desprovista de polémicas artificiosas y maniobras de marketing, menos disparatada, como un simple y continuista producto de entretenimiento.

El oscarizado Ron Howard ha vuelto a ponerse al frente de esta producción, tras su peculiar versión del mito de Moby Dick con En el corazón del mar de 2015 y justo antes de llevar a cabo su recientemente estrenado documental sobre los Beatles.

No podía faltar como protagonista el veterano Tom Hanks, al que estamos deseosos de ver en el inminente estreno en España de Sully, la última película de Clint Eastwood que tan buenas críticas está cosechando en los EE.UU. a raíz precisamente de la fabulosa interpretación de Hanks.

Junto al tándem Howard-Hanks son otros muchos los que repiten en el equipo técnico y artístico, entre ellos el guionista David Koepp que también colaboró en el anterior guión de Ángeles y Demonios y que aquí se ha visto obligado a simplificar en dos horas la condensada novela de Brown a riesgo de esquematización de escenarios y algunos personajes secundarios. Como también repite Hans Zimmer en la composición musical que plagiándose a sí mismo utiliza los temas musicales de los otros filmes, remezclándolos, lo que contribuye a crear la sensación de trabajo rutinario.

Inferno nos cuenta lo que le sucederá al profesor Robert Langdon cuando despierta con amnesia en la habitación de un hospital de Florencia, entre visiones y pesadillas. Sienna Brooks (interpretada por Felicity Jones) es la doctora que le atiende, quien le dice que no tiene recuerdos de los últimos dos días debido a una conmoción cerebral que sufrió tras recibir un disparo. Cuando una asesina intenta liquidarlo en su cama, Langdon tendrá que huir ayudado por la bella doctora. Juntos formarán equipo para desentrañar el misterio que se oculta detrás de la pérdida de memoria de Robert.  Para ello se verán obligados a seguir un enigmático rastro de pistas ligado a la Divina Comedia, y concretamente a la visión del Infierno que hizo el poeta clásico italiano Dante Alighieri, lo que les transportará en un periplo incesante de persecuciones y sorpresas a Florencia, Venecia y Estambul.

En esta ocasión la teoría conspirativa deja en paz a la Iglesia Católica. El enemigo ya no es el priorato de Sión y el Opus Dei de la primera parte ni Los Illuminati enemigos del Vaticano de la segunda película. Aquí el componente pseudoreligioso queda relegado y el peligro viene ahora de un millonario visionario que decide tomar medidas drásticas para poner fin a la superpoblación mundial.

Pero el esquema básico sigue siendo el mismo ¿para qué cambiar una fórmula novelística y cinematográfica que sigue cosechando éxito económico?: erudito profesor envuelto en enigmas relacionados con la historia del arte que se verá obligado a descifrar para evitar una conspiración destructiva de fuerzas malignas de consecuencias nefastas. Ayudado por una bella y sobradamente preparada joven –no deja de sorprender el parecido físico y estructural de las protagonistas de las tres películas hasta el punto que serían perfectamente intercambiables– y que en su camino hacia la resolución final encontrarán no pocos obstáculos en forma de crímenes y giros inesperados perseguidos por uno o varios villanos que aspiran a conseguir lo mismo, o evitar que se sepa la verdad pero que siempre irán un paso por detrás.

Se agradece en esta ocasión el componente romántico, un aderezo que en las dos otras adaptaciones estaba ausente y que ahora sirve como amalgama que justifica el comportamiento de los protagonistas en dos historias de amor diferentes, y que humanizan a los personajes.

La diferencia entre las novelas y las películas es que las primeras se pueden degustar con más calma y detenimiento pese a ser productos concebidos para ser devorados de forma adictiva, y dejan margen para que el propio lector analice o se pueda recrear en la solución de enigmas o detalles de cada capítulo antes de http://www.rustburgpharmacy.com pharmacy pasar al siguiente. En cambio en el filme pese a verse obligado en muchos puntos a simplificar la novela, se impone la estructura dinámica, un ritmo frenético que deja sin respiro al espectador y que avanza hacia el siguiente enigma sin haber digerido el anterior, lo que deja a veces sensación de saturación con el consiguiente riesgo de aburrimiento e indiferencia por el devenir de la historia. Si bien los giros y las vueltas de tuerca no dejarán de sorprender incluso hasta el más escéptico por la trama.

Conclusión INFERNO

A riesgo de parecer rutinaria y denotar cierto cansancio, no supone novedad en cuanto a fórmula y estructura respecto a El Código da Vinci y Ángeles y Demonios. Técnicamente impecable, con estupendas localizaciones y rodada con ritmo frenético, acción y misterio se dan una vez más la mano añadiendo al cóctel en esta ocasión el componente romántico, cosa que seguramente agradecerá el target habitual de este tipo de novelas y filmes.

Pese a las habituales inconsistencias, ligerezas e incongruencias de un guión forzosamente condensado, no decepcionará a quienes desfrutan con los best sellers de Dan Brown. Para el resto del público es un producto prête a porter, superficial en su difusión del arte, entretenido y bien realizado pero que seguramente no levante entusiasmos.

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