Just Cause 3. Análisis PS4

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¿Nunca habéis acudido a ver una película sabiendo de antemano que lo que os iban a contar no sería lo más importante y sí los efectos especiales? Pues esa es la sensación que se nos queda cuando insertamos Just Cause 3 en tu consola o PC. Sabemos que, como sus antecesores, no será su sugestivo argumento lo que nos atraiga a jugarlo, sino la acción y la diversión que Rico Rodríguez y su aventura en Medici son capaces de transmitirnos desde el primer momento.

Ya ha pasado más de un largo lustro desde que nos presentaron Just Cause 2 en el E3 de Los Ángeles en 2009. Con nuestro pase de prensa en mano nos introdujeron en una sala y un servidor, que no había disfrutado del primer título de la saga en aquel entonces, vio por primera vez lo que la saga Just Cause era capaz de ofrecer. Entre la expectación, un jugador tan hábil como temerario, nos mostró un juego lleno de acción, de locura, de espectacularidad. Abrí los ojos de par en par viendo como el protagonista se pegaba a la pared de un coche, lo enganchaba en un árbol haciéndolo volar por los aires hasta estrellarlo a un costado del camino mientras saltaba al techo de otro. Cómo se enganchaba a un helicóptero mientras con el paracaídas iba de un lado a otro en el vasto escenario ideado por Avalanche Studios.

Solo unos minutos disfrutando de Just Cause 3 nos dejaron claro que el juego mantiene esa misma esencia. La libertad sandbox de GTA, la locura y la irreverencia de Saint’s Row, con un protagonista dispuesto a hacer la guerra por su cuenta sin miedo a nada y que en distintas fases nos recordaba a The Punisher, con más acción y espectacularidad que Los Mercenarios en un juego que deja lejos el enfoque más realista, tan puesto de moda de nuevo por obras como los nuevos Tomb Raider, para invitarnos a hacer el cafre, al igual que transformase Burnout a los juegos de conducción. Una mezcla de atractivos que nos deja la sensación de estar siempre divirtiéndonos mientras nos enfrentamos a las fuerzas de Di Ravello, el enemigo principal del juego.

La antítesis de Metal Gear

Todos recordamos cómo fue la aparición de la saga Metal Gear en Playstation One. Se abandonaba el entrar como un elefante en una cacharrería para introducir en los videojuegos el género de la infiltración por la puerta grande. A partir de ahí, juegos como Splinter Cell, Sly Racoon, la exitosa saga de Batman o incluso Assassin’s Creed han invitado al sigilo, a cumplir objetivos sin llamar demasiado la atención. Pues bien, Just Cause es exactamente todo lo contrario.

Como decimos el realismo pasa a un segundo plano para dejar paso a la acción, al espectáculo y la principal diversión del juego es justo eso, llamar la atención y provocar toda clase de desastres entre las fuerzas de Di Ravello para ayudar a los rebeldes. Rico Rodríguez volverá a contar con una serie de artefactos imposibles dignos del mismísimo 007 como el conocido gancho o el traje volador, que nos permite planear durante buena parte del tiempo, y vehículos de todo tipo que abrirá un enorme abanico de posibilidades a la hora de afrontar las distintas misiones que propone el juego. Y aquí hay que dar un punto a los chicos de Avalanche Studios porque el resultado es extremadamente divertido.

Como ocurre en GTA cuando no apetece continuar con las misiones y decidimos hacer locuras, en Just Cause 3 también podemos evadirnos de la situación de la isla y explorar o disfrutar de aventuras secundarias en las que enojar a las fuerzas enemigas. Hasta las misiones principales nos ofrecen ese tipo de locuras. Y es que el principal atractivo del juego es precisamente ese. Los escenarios son destructibles casi al completo. Podemos derribar estructuras, puentes, hacer escalada por edificios y montañas, organizar tiroteos, conducir coches, motos, aviones, lanchas o tanques y si no los tenemos, siempre podemos robarlos. Incluso mientras se mueven a altas velocidades.

Para hacerlo contamos con una inmensa cantidad de terreno como es la República de Medici, dividida en tres zonas disponibles desde el primer momento –Ínsula Fonte, Ínsula Draco e Ínsula Striate-, aunque necesitaremos avanzar en las misiones principales y secundarias para acceder de forma real a todas las localizaciones del juego. Hay que admitir que al principio todo es un poco abrumador, pero la libertad de juego y la facilidad con la que Rico puede moverse de un lugar a otro, pues aunque nos van dando añadidos durante la aventura cuenta con prácticamente todo su equipamiento desde el principio, lo hace todo más fácil.

De uno en uno, por favor

En cuanto al apartado gráfico del juego, hay que decir que el título está muy bien realizado. Gráficamente, el ecosistema de la mediterránea isla de Medici está recreado al detalle, tanto flora como fauna y su extensión es digna de ser resaltada. Las animaciones de Rico se suceden con suavidad aunque como ya hemos comentado, el realismo no es la principal pretensión del juego.

Las situaciones, enemigos y vehículos están también a un nivel más que correcto al igual que los escenarios. Como detalle negativo habría que señalar principalmente los tiempos de carga que en algunos puntos se hacen un poco pesados e interrumpen un poco el juego. Así mismo, aunque el juego corre con mucha fluidez durante prácticamente toda la partida, cuando el bestia que llevamos dentro se apodera de nosotros y hacemos que se acumulen vehículos, enemigos y explosiones en pantalla, el motor gráfico lo sufre con una ligera bajada de prestaciones, si bien no entorpecen la experiencia.

Y ya que hablamos de explosiones y cambiando un poco el tercio, hay que admitir que su recreación en el juego es sensacional. Algunas de las más realistas que hemos disfrutado en un videojuego, lo cual dice mucho de cuál era el objetivo de los programadores y el principal atractivo del título.

Destruir mejor que apuntar

Aunque la historia principal no es el mayor reclamo de Just Cause 3, sus misiones son entretenidas y variadas. En ellas el objetivo es, como en el resto del juego, dejar a nuestro paso un fuerte rastro de destrucción mientras liberamos a sus habitantes de la tiranía a la que se ven sometidos. No obstante, el argumento principal es algo escaso y para alargarlo, Just Cause 3 nos invita a realizar otras muchas misiones secundarias que nos irán desbloqueando la principal. En el camino trazado para encontrarnos con Di Ravello, el juego nos obliga a liberar ciudades de la República de Medici o destruir objetivos que nos permitirán seguir avanzando en la aventura. Esto hace que la duración del juego aumente más allá de la línea argumental principal, si bien es cierto que aunque destruir y sentirnos como un justiciero solitario sin límites siempre es divertido, este tipo de misiones secundarias nos han parecido algo repetitivas. Un aspecto muy subjetivo que no os importará demasiado si lo que buscáis es la más pura acción.

Una vez inmersos en esa vorágine de acción incomparable que nos propone la obra de Square Enix y Avalanche Studios, nos encontramos de lleno con el aspecto jugable de su obra. Las posibilidades son amplias y a veces la sensación es que los límites los pone nuestra imaginación con respecto a los caminos a tomar para resolver las situaciones que se dan. Sin embargo hay aspectos que podrían haberse potenciado un poco mejor.

Por ejemplo, el uso del gancho es llamativo, curioso y atractivo como ya lo era en la segunda entrega de la saga. En algunos momentos incluso nos sentiremos como un Peter Parker de la vida yendo de una pared a otra. Sin embargo lanzar el gancho en una escalada es una acción fácil de hacer, cosa que se complica cuando los enemigos te rodean y todo debes hacerlo en cuestión de segundos. Es ahí cuando el apuntado en el juego no parece tan conseguido y se ven más problemas en la jugabilidad. No tanto como para hacer incómodo el control, pero sí es verdad que en ocasiones hemos sentido no poder aprovechar todas las posibilidades que nos ofrecía el juego, como atar dos objetos y estrellarlos entre sí en medio de la acción. Al menos no con la facilidad que debería o todas las veces que hemos querido.

A pesar de que el apuntado deja un poco que desear, el resto de aspectos jugables funciona de maravilla y suma a la diversión continua y enfocada a la acción tan arcade que propone el juego. Conforme vamos avanzando, la dificultad, más por cantidad que por otra cosa, aumenta ostensiblemente aunque debemos señalar que la inteligencia artificial de los enemigos es bastante débil siendo benévolos. Podemos ver a un enemigo saltar por los aires, no morir, y seguir caminando tan pancho por el escenario como si nada estuviera pasando a su alrededor, lo cual nos ha llegado a dejar entre divertidos y estupefactos.

Por otra parte el sonido es un apartado que no desentona para nada en el juego. Las melodías no están nada mal, las voces son realmente pro y ayudan a sumergirte en el juego, mientras que los efectos sonoros están muy bien realizados.

En cuanto a la duración, como ya hemos comentado, el modo campaña se nos queda algo corto, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que el juego está basado en el libre albedrío y enfocado a salir del argumento para disfrutar de la acción por nuestra cuenta. No obstante, entre la campaña principal y las misiones indispensables que debemos realizar para seguir avanzando, tenemos juego para entre veinte y veinticinco horas, a los que hay que sumar objetos coleccionables y misiones que nos retan a superar récords y mejorar nuestra marca, por ejemplo en la conducción de vehículos o el uso de gadgets. Es aquí donde entra el apartado online, que se limita a ofrecer información de otros jugadores, hacernos ver en tiempo real cuando alguien supera nuestra marca e invitarnos a superarlos.

Aunque Just Cause 3 puede hacerse algo repetitivo a veces, la distinta forma en que podemos afrontar situaciones y solventar objetivos podrían hacerlo rejugable a los más incondicionales de la acción, si bien no es uno de sus principales fuertes.

Conclusiones de Just Cause 3

Lo que nos ofrece no es una elaborada trama o una historia que nos vaya a marcar. Más bien es un mero trámite sobre el que empezar a dibujar situaciones como si de un lienzo en blanco se tratara. Tal vez es un contra, porque de haber incluido un modo campaña con más chicha, posiblemente hablaríamos de un juego para rozar el sobresaliente en cuanto a la nota de este análisis.

La nueva aventura de Rico Rodríguez mantiene la esencia de la saga. Pretende ser divertida y desenfadada, sin más pretensiones que entretener como una buena película de acción. El núcleo del juego es la misma acción y en eso se basa toda la jugabilidad, apartando a un lado el realismo para dejar paso a un estilo muy arcade ya característico en la vida de Rico. Explosiones, movimientos imposibles y escenas épicas llenas de espectacularidad nos tendrán entretenidos durante horas. Un juego notable en cualquier caso que te gustará si tus pretensiones no van mucho más allá de la acción, la exploración y la libertad de un sandbox con pocos límites, resultando incluso terapéutico, pero que no calmará vuestras expectativas si lo que buscáis es algo más profundo, una buena historia o un juego especialmente exigente.

 

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