Mesa 19. Crítica

mesa 19

El director Jeffrey Blitz no ha hecho un largometraje en una década, y hay una muy buena razón para ello. «Mesa 19» es su primer esfuerzo de gran pantalla desde que dirigió en el 2007 «RocketScience», y es un intento de recuperar su ritmo después de años en la televisión realizando comedias tan prestigiosas como The Office, Parks and Recreation o Trial & Error, puesto al mando de un guión co-concebido a cuatro manos por  Jay y Mark Duplass . Una tentativa exagerada y desnutrida de transformar una recepción de boda en un estudio sobre la diversidad de personalidades que puedes encontrar en el convite de la misma.

«Mesa 19» no es graciosa y ciertamente no es profunda, atascada en un tono neutro con caracterizaciones  inquietantes, virtualmente inexplicables y de comportamiento aleatorio, ayudando a interrumpir repetidamente lo que inicialmente parece ser una farsa que pronto llega torpemente a algo más profundo. Blitz se encuentra perdido,tratando de hacer algo significativo con un material simple y un molde de desarrollo previamente escaso.

Es el día de una gran boda, y Eloise (Anna Kendrick) no está segura de que ella debiera asistir. Fallándole como dama de honor a la novia, Eloise tiene problemas importantes con el padrino de boda Teddy (Wyatt Russell), con la experiencia de una ruptura embarazosa apenas semanas antes de la ceremonia. Mientras que Teddy ha regresado con su primera novia (Amanda Crew), que ha usurpado a Eloise el rol principal como dama de honor en la boda que ella misma se encargó de ayudar a organizar (más concretamente cómo sería la distribución de las mesas) Eloise está atascada en la Mesa 19, junto con la ex niñera de la novia Jo (Jun Squibb), Walter (Stephen Merchant), un familiar de pasado turbio, una pareja que se encuentra en crisis formada por Jerry (Craig Robinson) y Bina (Lisa Kudrow), y Renzo (Tony Revolori). Los perdedores poco a poco se dan cuenta de lo poco que importan para el desarrollo de la fiesta, el grupo encuentra una nueva aventura cuando se reúnen alrededor de Eloise, que está experimentando el peor día de su vida, atrapada en su búsqueda del amor, con la esperanza de aliviar su ansiedad con la atención inesperada de Huck (Thomas Cocquerel).

Uno de los principales problemas de Mesa 19 es cómo simula el comportamiento humano, porque nunca entiende muy bien cómo estas personalidades tan dispares deben interactuar unas con otras. El guión de tono lento, reúne una mesa de bichos raros para hacer frente a las humillaciones y las ansiedades de una celebración de  boda polémica, siguiendo  los antecedentes separados a lo largo del día. Sin embargo, la simple matemática no es suficiente para que la producción llegue a buen puerto, ya que trata de sacudir las cosas con una mezcla de humor y patetismo, con Blitz tratando de hacer una declaración sincera sobre el poder del amor mientras masajea las conciencias de sus personajes de forma demasiado rígida.

Mesa 19 no está dirigida, es una sucesión de escenas que se permiten vagar libremente de alguna manera convencidos por el director de que suficiente caprichos, sentimiento plásticos y bocados de la historia de fondo son suficientes para ayudar a esta tarea desordenada de pasar por una película real.

Eloise tiene un problema genuino. Inicialmente no sabe si quiere asistir a una boda que planeó parcialmente antes de experimentar por su ruptura el alejamiento de la novia, así que se pasa el día tratando poner a Teddy celoso coqueteando con Huck, un espectador de la boda. Huck es un personaje que se presenta como una figura importante en la historia, pero desaparece abruptamente, sin que se nos explique claramente el abandono de su rol principal, sólo para aparecer en el acto final para abotonar una subtrama que nunca se materializó.

Algo parecido sucede con Renzo, cuya relación con la boda no se explica con detalle, mientras que su misión de tener sexo casual en la fiestas es espeluznante, empeorando aún más cuando se establece que su madre (una invisible Margo Martindale a la voz) es la impulsora de utilizar a una mujer con fines puramente sexuales. Walter es un convicto que fue lo suficientemente inteligente como para robarle una pequeña fortuna a su hermano, pero no puede hablar en público por su carácter introvertido ante situaciones sociales fáciles, con el guion extendiendo la destreza autodestructiva del personaje hasta donde puede. Bina y Jerry están experimentando vagos problemas matrimoniales y planes de infidelidad, pero el  porqué de los motivos de ejecutar una misión tan arriesgada, en una boda ubicada en una isla de Michigan, con ambos cónyuges a plena vista nunca queda explicado.

Conclusiones de Mesa 19

Hay más inconsistencias a lo largo del camino (la pandilla arruina la tarta de bodas, reemplazándola por otra de la recepción, ¿sin que nadie se da cuenta?), pero la mayoría de la Mesa 19 se centra en encuentros tramposos entre personajes unidimensionales, tocando  de cerca a estas personas dañadas y sus problemas fácilmente solucionables. Blitz no puede evitar una sensación de  desarrollar una sitcom al uso, que se lo juega todo a un estilo amplio y melodramático, evitando problemas reales de traición y la soledad, mientras que  con terrible guionizacion desarrolla  momentos destinados a celebrar la tenacidad y el trabajo en equipo de los perdedores de la boda, para convertirlos en personas repelentes que complican innecesariamente sus propias vidas. «La Mesa 19» debería ser una experiencia de visualización ventajosa y conmovedora, no un juicio prolongado de frustración y decepción, perdiendo el tiempo de actores en sus aceptables interpretaciones en malas ideas y mala habilidad cinematográfica.

https://www.youtube.com/watch?v=3ZumRINaCbE

 

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