Qué fue de Brad. Crítica

Ben Stiller es el tipo de actor cuya expresión parece predeterminada para mostrar un 5 sobre 10 en la escala de dolor facial, y ese tenue término medio entre dolor y felicidad es el punto agridulce en el que se mueve el estudio de carácter serio y misterioso manejado por el escritor y director Mike White (“Enlightened”-2011-). White curtido en el entretenimiento de estudio convencional (sus guiones para «The School of Rock»-2003- y, menos felizmente, «The Emoji Movie»-2017-), pero su especialidad es ese subgénero más escurridizo y escabroso. El trabajo de White es inexpresivo, con agudas puñaladas de sátira, pero lo que lo distingue de Todd Solondz, por ejemplo, es su afecto por sus atribulados protagonistas y, lo que es más notable, su interés en su agitada vida interior. Esas cualidades determinan y definen la última película de White, «Qué fue de Brad», dando una historia jocosa y bastante convencional acerca de la ansiedad inesperada de un varón de mediana edad.

Esta historia mordaz y divertida en última instancia. Un padre, que apenas maneja una crisis de la mediana edad impulsada por la envidia, supervisa a su hijo en una gira por las universidades en las que aspira a ser aceptado. Tiene el potencial de tocar un espectro demográfico más amplio de lo que uno pensaría a priori que serian los problemas de un hombre blanco de clase media. Esto se debe a que el enfoque de las sátiras de White siempre está salpicado de una empatía penetrante y un agudo sentido del mundo real en torno a sus preocupaciones generalmente narcisistas.

Brad Sloan (Stiller) es, según cualquier definición estándar del término, un ser humano exitoso. Un hombre residente en Sacramento y con una esposa amorosa y trabajadora llamada Melanie (Jenna Fischer, “The Office”-2005-). Brad dirige una organización sin animo de lucro que recluta donaciones para obras de caridad, y está inmensamente orgulloso de su hijo, un prodigio musical llamado Troy (Austin Abrams, «Paper Towns»-2015-), quién está en el camino correcto para conseguir la aceptación de una gran universidad.

En un viaje a Boston con Troy para verificar instituciones como Harvard y Tufts. Lo que realmente ocupa la mente de Brad, de 47 años, narrada para nosotros en tercera persona como un comentario continuo de voz en off a lo largo de la película para explicarnos la sensación agobiante de todo aquello que no hizo a lo largo de su vida, así como sus preocupaciones financieras (una escena temprana y de una comicidad muy cruda, nos muestra a Brad en la cama, preocupándose abiertamente por el dinero que recibiría Melanie a la muerte de sus padres, y acercándose cada vez más a la especulación insensible sobre lo que heredarían ambos de darse ciertas muertes en sus familiares).

Sin embargo, las preocupaciones de Brad son una visión que solo tiene sentido cuando despliega el prisma de cómo su yo universitario más joven podía en su momento ver las cosas desde su mundo particular. Invariablemente, eso significa comparar el arco nada llamativo de su vida orientada hacia el confort suburbano con las trayectorias vertiginosas de su antiguo equipo de mejores amigos, visto en un formato de falso documental al tipo: «Vidas de Ricos y Famosos» como destellos de una pesadilla burlona en la conciencia de Brad. En primer lugar un prestigioso director de Hollywood (el propio Mike White en su cameo personal), un ejecutivo de fondos de cobertura para la Jet-set (Luke Wilson «Aquellas juergas universitarias «-2003-), el genio de la informática ya retirado (Jemaine Clement) retozando en una playa con chicas  en bikini, y el famoso asesor político (Michael Sheen «Passengers» -2016-) con una vertiginosa carrera de experto en televisión. Para el  resto del mundo, Brad  se pregunta en su cabeza: «¿Cuándo nos hemos enamorado el uno del otro?»

Lo que sucede, marcado ocasionalmente con piezas clásicas de con violines, es un relato mental de desaires percibidos, cambios de humor y esperanza de los padres mientras Brad intenta ser al máximo una figura paternal de apoyo para su hijo, mientras lucha con pensamientos y comportamientos que no siempre lo presentan de la mejor manera posible al espectador. En Boston, una cita perdida en Harvard estimula a Brad a enfrentar a su hijo con los responsables de admisiones (lo que avergüenza a Troy, que aunque quiere y entiende a su padre, busca que el viaje sea mas tranquilo) pero también lo inspira a probar como de buenas son sus conexiones con esas antiguas amistades tan influyentes en el estatus social y le fuerza a contactar con los amigos de la universidad y corroborar su  temor acerca de que lo hayan descartado.

Si todos estos problemas suena como una apología de lástima acerca de los privilegios de la clase media acomodada, White también lo sabe. A pesar de que pinta a Brad compasivamente, planta una bomba de realidad con la apariencia de una asistente de Harvard brillante y atractiva y antigua compañero de clases musicales de Troy llamada Annya  (Shazi Raja, «Salvatión»-2017-) de tono perfecto. Durante la cena, su idealismo claro y sus facultades críticas (y, en definitiva, su atractivo físico) sacan brevemente a Brad de los pájaros de su cabeza, hasta que, en busca de consejo, su naturaleza confesional con respecto a qué esperar de la vida la convierte en un bienvenido chequeo de realidad  para nuestro protagonista

Más tarde, una reunión anticipada con el personaje de Sheen, perfectamente tenso y comedido, gracias a las insinuaciones sobre el modo de vida mimado de Sheen, y una conmovedora escena entre Brad y Troy en su habitación de hotel también hacen su parte para aclarar aún más a Brad sobre el camino a seguir.

Huelga decir que este tipo de cosas no funcionaría sin un Brad perfectamente moldeado, y Stiller en eso lo borda, convirtiéndolo en uno de sus más ricas interpretaciones. Con este papel se mueve como pez en el agua de las comedias de humillación y ya se ha convertido en una figura más matizada con el punto justo entre la melancolía y la carcajada reemplazados por un quejido que uno reconoces al momento, ya sea en uno mismo o en los que le rodean.

Cuando Stiller llora en un concierto de violín que da Annya en Boston y que era uno de los motivos del viaje de Troy, uno cree en la conmovedora comedia de alguien que lidia con una epifanía acerca de los conflictos que le atormentan. Por otro lado  Austin Abrams está también genial, como el hijo dolorosamente normal que poco a poco se da cuenta de que necesita resolver problemas que no sabia tener acerca de la relación con su padre y con las miras a su futuro universitario.

Conclusiones

Con las películas experimentando una flagrante escasez de genero de comedia adulta, esta película es un ejemplo de humanidad, y una elegante sátira social.  La aparición de «Qué fue de Brad» se muestra como una especie de soplo de aire fresco.

Es lo suficientemente buena como para hacerte desear que fuese aún mejor: más estricta, más audaz, más nítida en sus planteamientos. Pero es una película graciosa y conmovedora, y en su exploración de las fantasías del éxito de un hombre y sus temores al fracaso, su paso por las malas hierbas del pesimismo hacia el optimismo, una marca claramente estadounidense.
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