Santa Clarita Diet, crítica de la nueva serie de Netflix

Santa Clarita Diet

Santa Clarita Diet es la novedad en el catálogo de series de Netflix que a más de uno le puede cautivar por su excelente fotografía y su argumento descabellado. Y es que Santa Clarita Diet ha decidido seguir la tendencia de «si te gusta el arroz y te gusta la leche, entonces te gustará el arroz con leche» como forma de construir un argumento.

¿Que a qué nos referimos? Está claro que pronto lo averiguaréis.

Santa Clarita Diet nos cuenta la historia de Sheila, una agente inmobiliaria que vive con su marido y su hija adolescente en el típico barrio aburguesado de Norteamérica. Ya sabéis, esas típicas casas inmensas en urbanizaciones exactamente iguales donde los vecinos se meten incluso en lo que desayunas por las mañanas. Sheila siempre está cansada y es un poco cobarde. Incluso sus amigas o compañeros de trabajo se sorprenden de lo pusilánime que es. Sin embargo, un día, enseñándole una casa a sus vecinos con su marido, Sheila se encuentra un poco… indispuesta.

Y por indispuesta nos referimos a que devuelve lo que parecen ser treinta y dos litros de vómito grumoso, marrón y amarillo, sobre la moqueta blanca nueva de esa casa que no consiguen vender y que en cuestión de segundos se desvaloriza rápidamente.

Y es que exactamente Santa Clarita Diet es así: una serie con una estética y una fotografía impecables que llama la atención debido a sus escenas extremadamente gores y desagradables como la que os acabamos de describir. Y es que la historia no termina ahí: Sheila descubre que después de vomitar una cantidad de líquido muy superior a la que puede almacenar un cuerpo humano, se siente diferente. Con más energía, más segura de sí misma y con un apetito… extraño.

Exacto. Sheila se ha convertido en un zombie. Y esta serie, cuyo argumento estaréis de acuerdo con nosotros en que es una ida de olla, es una sitcom cómica familiar sobre la vida de una mujer que se ha vuelto una zombie. 

Nuestra opinión de Santa Clarita Diet

Santa Clarita Diet cumple con todas las reglas de la gran industria de Hollywood sobre series cómicas impecables: los blancos no pueden brillar más, el diseño de producción está creado a medida y los personajes están extremadamente estereotipados. La joven hija adolescente sufre un brote de rebeldía cuando descubre que su madre, la «enrollada», ahora come gente. Cómo no, nos encontraremos con el friki y el pardillo de la serie, un chico de la casa de al lado que introduce el comportamiento de los zombies al público de este show que no esté acostumbrado a ver a amas de casa comerse a sus vecinos.

También contaremos con los personajes secundarios que presentan un «problema» a los protagonistas de esta comedia: un policía de la casa de al lado que es un neurótico agresivo, y otro que ama las plantas y los animalitos. Cada problema o situación polémica que viva Sheila y su familia se solucionará de una forma positiva y optimista que te hace plantearte mientras estás perdiendo tu tiempo viendo esta serie si se habrá vuelto loco todo el mundo.

Un punto positivo de Santa Clarita Diet lo imprime Timothy Olyphant, el actor que hace de Joel, el marido de Sheila. Joel parece ser el único que no se toma el tema de que su mujer es un zombie a cachondeo y que intenta por todos los medios solucionar el problema o encontrar una cura. Joel es un hombre que ama profundamente a su mujer, pero que durante varios capítulos nos muestra que tiene muchas capas por debajo de esa sonrisa forzada y de su aparentemente inagotable sentido del humor y de la lealtad.

Hablamos de un joven que era el quarterback de turno y salía con la chica más guapa del instituto. Monta una banda de música, se le da bien, es su sueño, pero las cosas no salen como deberían y acaba dejándolo y trabajando con su mujer de agente inmobiliario. Y de pronto su vida carece de sentido, ha tirado por la borda sus sueños, su mujer y sus hijas están neurasténicas perdidas y él es el único que lucha por ponerle buena cara a todo esto y sacar adelante la normalidad del día a día.

La interpretación de Drew Barrymore (Sheila) y de Liv Hewson (Abby) tampoco es mala en absoluto, aunque la construcción de guión de sus personajes no sea realmente brillante. Pero realmente lo que le ocurre a Santa Clarita Diet es que, a pesar de que plantea dos primeros episodios extraños y novedosos, acaba perdiendo fuelle en el momento en el que la situación «mamá-zombie» se normaliza y simplemente exploran las emociones de los protagonistas de la casa y cómo se toman eso de que Sheila ahora coma a gente.

Esta carencia de originalidad a la hora de seguir desarrollando el argumento nos inquieta como poco, y de pronto te das cuenta de que ni siquiera estás disfrutando de la serie o de que esta te está entreteniendo, porque los conflictos y la forma de solucionarlos son planos, predecibles y sin chicha. Un defecto que tira abajo las brillantes interpretaciones de Drew Barrymore y Timothy Olyphant, que en nada tienen la culpa de que la serie flaquee en la mitad de sus episodios.

Conclusiones de Santa Clarita Diet

Santa Clarita Diet cuenta con todas las papeletas de manual que constituyen una serie de comedia americana perfecta: la casita en el barrio burgués y los vecinos raros y metiches. Pretende revolucionar el género o introducir una nota de discordia convirtiendo el eje central de la serie en el hecho de que Sheila, la mamá, se convierte en un zombie con la capacidad de pensar y razonar. Sin embargo, los capítulos no acaban de convencer, la trama no se desarrolla como debería y al cabo de cuatro o cinco episodios el interés cae brutalmente por un guión mal desarrollado.

Es decir, una comedia americana sin realmente demasiada chicha a la que, irónicamente, no merece la pena hincarle el diente. 

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