Chewing Gum, crítica de la nueva serie de Netflix

Chewing Gum

Chewing Gum es la nueva revelación de series por las que Netflix ha apostado en la última temporada. En contraposición con argumentos sólidos, pesados y complejos que cambiarán radicalmente tu forma de pensar y vivir la vida (como Black Mirror u Orange is the new black, de la que hablamos en otro artículo), Chewing Gum promete diversión ligera, extraña y raramente desinhibida.

Una serie irreverente, en el que por una vez la protagonista no es una joven caucásica con problemas estúpidos como una enemiga en clase o que el chico más popular del insti le ha propuesto salir con él pero no se fía de su honestidad. Chewing Gum es una crítica irónica y cómica a la vida de los suburbios del Reino Unido. Y a través de ella hace una sátira del fanatismo religioso y de la falta de educación sexual que tienen las jóvenes que crecen bajo el miedo a acostarse con hombres.

¿De qué va Chewing Gum?

Chewing Gum nos introduce en la vida de Tracey, una joven afroamericana obsesionada con Beyoncé que vive en un barrio marginal del Reino Unido. Su vida parece llena de baches y de obstáculos. Por un lado, vive con su madre: una fanática religiosa que sale a predicar y evangelizar a la gente por la calle; y su hermana, una joven que no aspira nada más en la vida que echar partidas a juegos de mesa y convivir con su familia. Tracey no está especialmente formada y varias veces en la serie nos dan pistas acerca de su escaso nivel académico, y es esta ignorancia sumado a su inocencia para enfrentarse a la realidad lo que la convierte en alguien tan divertido. 

Por si una madre loca y una hermana chalada no fueran suficientes, Tracey tiene como novio a un loco religioso con una pasión obsesiva por Jesucristo que ha decidido mantenerse virgen hasta el matrimonio. Y ella no es de piedra, maldita sea. Veinticuatro años de vida y casi 6 años de noviazgo y jamás ha podido ni siquiera abrazarse a Ronald (el loco de su novio que la trata como a escoria).

Desesperada, le pedirá consejo a su amiga Candice. Pero la chica tiene que enfrentarse a sus propios problemas: ella quiere sexo del duro. ¡SADOMASOQUISMO! Bondage, azotes, arañazos… Y extrañamente, su novio, que es un pedazo de pan, se echa a llorar en la cama en cuanto ella le propone que le pegue. Pero eso no le impedirá ayudar a su mejor amiga a conseguir acostarse por fin con su novio. Y junto a ella, Tracey urdirá un simple pero terrible plan para lograr que Ronald decida, por una vez, soltarse la melena y tomarla entre sus brazos.

¿Qué hace divertida a Chewing gum?

Chewing Gum es increíblemente simple, ligera y divertida. Tracey no cuenta con ningún tipo de educación sexual, así que podemos esperar todo tipo de situaciones comprometidas del estilo de: qué hacer para resultarle atractiva a un chico, qué significa «sentarse en la cara de un hombre» o las posibilidades de quedarse embarazada si el esperma cae encima de una pierna.

En un momento como el que vivimos en el que internet provee de todo tipo de educación sexual para cualquiera, este tipo de series resultan del todo fantasiosas y al mismo tiempo divertidas. Para Tracey su mundo se reduce al bloque de apartamentos en el que vive y la gente con la que se relaciona, que no tienen la cabeza entera precisamente. Y es justo su obsesiva educación religiosa y la locura de su familia la que consiguen que todo el conjunto sea una burla y una sátira realmente atractivas.

Tracey no sabe cómo comportarse. No tiene malicia ni es retorcida como otros personajes que explotan el hecho del ridículo para vender un argumento (pensando explícitamente en «Haters back off«), si no que está cargada del tipo de dudas que una joven adolescente pudo haber tenido con 14 años… Solo que ella tiene 24 y ningún sentido del ridículo.

Michaela Coel (Tracey) y Daniella Walters (Candice) son realmente lo mejor que le ha pasado a la serie. Ambas tienen un gran carisma en pantalla. Llevan perfectamente a sus personajes y saben como hacer para que nos sintamos identificadas con ellas y nos echemos unas risas.

Desde el momento en el que Candice intenta que su novio le pegue y practique BDSM con ella hasta los momentos extremo-religiosos de Tracey con su familia, empiezas a reírte sin parar y descubres que realmente estás pasando un buen rato sin necesidad de darle demasiadas vueltas a la cabeza. El ritmo, el montaje de la serie y la paleta de colores escogida es realmente brillante. Y sólo por lograr la difícil misión de hacerte reír en un día cualquiera, ya merece nuestro reconocimiento.

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