Operación Concha. Crítica

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El director onubense Antonio Cuadri trae a nuestras carteleras la comedia de enredo Operación Concha, una coproducción de la empresa vasca AbraProd y la mexicana Spline, ambientada en el maravilloso marco del Festival de San Sebastián, y que aborda con amor y humor una historia de picaresca en la trastienda del mundo del cine.

Estamos ante un filme coescrito por Cuadri junto a Patxo Terrería que ya desde la irrupción de su primera escena, autoparodia del director Fernando Colomo en simpático cameo, manifiesta su vocación de comedia de cine dentro del cine que más que criticar encierra una declaración de amor al 7º arte.

Karra Elejalde da vida a Marcos, un empresario sin escrúpulos que lidera una productora de cinematográfica que acaba de quebrar. Desesperado y sin dinero, Marcos y sus colaboradores trazarán un plan para engañar a una inversora millonaria mexicana utilizando al doble del prestigioso actor cubano Ray Silvela (Jordi Mollà). Aprovechando el contexto del Festival de Cine San Sebastián, empieza la gran estafa, un enredo donde no faltarán maletines de dinero negro, peligrosos mafiosos, hoteles de lujo y club nocturnos, y en el que habrá que estar muy atento a las falsas apariencias.

La película entronca con el siempre estimulante subgénero de las películas de timos y timadores que en el cine patrio tiene su exponente en “Los tramposos” de Pedro Lazaga (inolvidable la famosa escena del timo de la estampita de Toni Leblanc) o algunas cintas de Mariano Ozores. En otras latitudes ha dado lugar a joyas tan queridas por el gran público como “El golpe” de Roy Hill, o la estupenda película argentina “Nueve Reinas”. Al propio tiempo es inevitable la referencia a Bowfinger el pícaro, el filme de Frank Oz y Steve Martin con el que podemos encontrar claros paralelismos de cinefilia y picaresca con la cinta de Cuadri.

“Operación Concha” es ante todo una película de personajes, donde toda la troupe de sus estupendos actores juega a hacernos cómplices en sus enredos y argucias. Hay que olvidarse del prejuicio sobre la habitual tendencia al histrionismo de Karra Elejalde y dejarse llevar por la gracia caricaturesca de su personaje, de la misma manera que hay que rendirse a la franca y doblemente soberbia interpretación de Jordi Mollá en el rol del andaluz-cubano Ray Silvela (sus recitados de Juan Ramón Jiménez en dos momentos especialmente embarazosos son de lo mejor del filme). Ambos personajes son el centro de gravedad de la película y alrededor de ellos pululan y fluyen los demás intérpretes  en cuyos anhelos y frustraciones el director consigue que empaticemos. No obstante, se echa en falta personajes femeninos de mayor empaque como el de la estupenda Bárbara Goneaga cuyo papel pudiera haber dado mucho más de sí.

Como colofón ambiental todo transcurre, aunque sea un tópico decirlo, en el marco incomparable de San Sebastián. El director cede a la tentación de homenajear ese entorno a través de constantes planos transitivos de la bellísima Donostia. No obstante da la sensación que no se explotan suficientemente todos los escenarios posibles de la ciudad, salvando por su puesto el homenaje al Festival de Cine y al mismísimo Kursal.

Conclusiones de Operación Concha

En definitiva, con Operación Concha estamos ante una nueva versión y vuelta de tuerca del timo de la estampita cruzada con un homenaje al mundillo del cine y su trastienda de pillos, ilusiones y ambiciones. Pese a cierta sensación de “deja vu” en sus juegos de guión, el film se ve con agrado gracias a un enredo bien trazado. No es un película de carcajadas basadas en una sucesión de gags sino un vodevil que busca y encuentra la sonrisa cómplice del espectador con las vicisitudes de sus entrañables personajes.

 

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