Rad Rodgers. Análisis en Xbox One

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Título en 2D, de acción y plataformas con reminiscencias a la época de los 16 bits, con un marcado estilo noventero y gamberro, y que por supuesto tiró de Kickstarter en sus inicios. Seguro que esta cabecera os suena y no es para nada original, y es que son incontables los proyectos que se asemejan al menos de base a este nuevo Rad Rodgers, pero ¿Qué tiene este juego en su circuitería?

Bueno, para entender este juego hay que hablar de génesis y de aquellos que lo han llevado a cabo.

Del remake al tributo a los 16 bits

Slipgate Studios, daneses de procedencia, iban a ser los encargados de un remake actualizado del mítico Duke Nuken 3D, cuyo sobrenombre sería Reload. Esto unido a que la IP de Rad Rodgers está distribuida por 3D Realms (Duke Nukem Forever) y THQ Nórdic, la cual recientemente ha comprado Koch Media y Deep Silver, nos lleva a explicarnos muchos de los detalles del juego.

Para que os hagáis una idea rápida, nuestro protagonista es un vástago a escala reducida del mismísimo Duke Nuken, rubio, deslenguado y echado para adelante. Desde luego curioso, llamativo y gracioso a partes iguales. Como ya os hemos comentado, tira de nostalgia noventera con una historia del montón pero muy de la época. Rad es un niño enganchado a los videojuegos al que su madre obliga a acostarse (seguro que aquí todos nos sentimos identificados). El caso es que tras unos extraños sucesos finalmente acaba dentro de su propio videojuego. Lo dicho, simple y funcional ¿eh?

No son sólo estas cosillas las que nos recuerdan a la añorada época de los 16 bits, sus mecánicas y sobre todo el diseño de niveles son puro amor nostálgico. Desgraciadamente también nos visitan algunas torpezas en el manejo, impropias de los años que corren. Eso sí, nada que no podamos acostumbrarnos en un par de niveles.

Hablando de lo visual, el juego debido al uso del motor Unreal Engine 4, consigue un colorido y una vistosidad que sin llegar a la excelencia son difíciles de ver en propuestas independientes del estilo. Y de la misma manera podemos hablar positivamente de la selección de canciones, que acompañan con carisma la mayoría de las fases.

Todo es simple, saltos y más saltos en el alambre, disparos donde con uno de los sticks movemos al personaje y con el otro apuntamos, unos enemigos algo repetitivos y un algunos de ítems armamentísticos que iremos encontrando con los que variar un poco el asunto. Eso y los desafíos en los que controlaremos o nuestra consola, Dusty, la cual nos acompañará en toda la aventura y aparte de para realizar el ataque físico servirá también para reparar glitch y fallos de programación dentro de un mundo llamado el “Pixelverso”. En estos momentos manejaremos a nuestro plasticoso amigo por zonas laberínticas o puzles, que sí bien al principio nos gustaron por su propósito, añadir algo de variedad, al final se nos hicieron algo repetitivas y difíciles.

El juego es relativamente corto, (8 niveles principales) pero su dificultad desafiante y el hecho de tener que encontrar cuatro trozos de un orbe en cada fase, consiguen alargar una experiencia que desde luego es satisfactoria. Las 5-7 horas en los niveles normales y de dificultad alta están garantizadas.

Conclusiones de Rad Rodgers para Xbon One

En definitiva, sin ser original pues se le ven de lejos sus inspiraciones, es un título que de entre sus iguales, está por encima de la media en muchos aspectos y es muy entretenido. Desde luego un juego a recomendar entre los fans del género y a todo jugador que aún se acuerde de sus viciadas en las consolas de 16 bits. Lástima que no se haya ido más allá en la propuesta, pues el añadir algún “boss”  más o alguna mecánica sorpresiva no hubiera estado nada mal, aun así la diversión y las sonrisas están garantizadas.

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