Bioshock, posmodernismo hecho videojuego

En muy pocas ocasiones en los videojuegos se cuentan cosas realmente interesantes. Tristemente este nuestro vicio, nos tiene acostumbrados a historias insulsas, aventuras adolescentes o argumentos sencillamente pobres.

Pero esto no es siempre así, hay muchos juegos que cuentan cosas profundas, duras, inquietantes o políticamente incorrectas. Ejemplo de ello son los Yakuza, Heavy Rain y el juego al que dedicaré estas líneas, Bioshock.

Recientemente hemos visto lo que nos espera en Bioshock Infinite, y esto me ha hecho echar la vista atrás y recordar el primer Bioshock. Personalmente pienso que estamos ante la mejor franquicia que nos ha dado hasta ahora esta generación. O más concretamente pensando  únicamente en la primera parte, la realmente interesante, el mejor juego de las presentes consolas.

Realmente como shooter aporta poco, unas mecánicas conservadoras, que cumplen, pero que no suponen salto alguno al contrario que lo que supuso en Gears of War por ejemplo. Un apartado artístico soberbio.

Pero sobre todo, un argumento y un trasfondo de escándalo. Y es que Bioshock nos hace pensar, pero no por tener enigmáticos puzles, sino que nos hace reflexionar, replantearnos cosas ciertas cosas consiguiendo un efecto similar al que logran muchas buenas películas.

Bioshock tiene un argumento que sirve de metáfora para mostrar la tesis fundamental del movimiento posmodernista.

Nos encontramos en los 50/60 con una situación curiosa en el «mundo real», por un lado se acaba de romper el fascismo, máxima expresión de positivismo científico como forma de organizar la sociedad humana. La ciencia está por encima de todas las cosas y es el único ente con legitimidad suficiente para situarse por encima de la ética en el organigrama social. En resumen todo vale en favor del avance científico. Esta afirmación tan alegre, tiene como consecuencia clara el holocausto nazi entre otras muchas cosas. A día de hoy la ciencia sigue teniendo un importante papel legitimador en nuestra vida, incluso la economía ser hoy todo poderoso, son ciencias económicas.

Por otro lado nos encontramos con la Unión Soviética y USA inmersos en una guerra que se termina eternizando, que está sustentada por dos flancos uno el estricto positivismo científico nuevamente, y dos la economía. Ambos siempre muy ligados.

En medio de toda esta a debacle, que explican muy bien autores como Bauman, es donde se encuentra nuestro querido juego Bioshock.

Tras el holocausto, el positivismo científico más atroz perdió fuelle, por miedo a repetir la historia. Pues bien nuestro viejo amigo Andrew Rayan tiene la feliz idea de trasladar al fondo del mar a todas las mentes brillantes, y a su vez carentes de ética, de los Estados Unidos para que puedan explotar a su antojo toda su creatividad como científicos, artistas, o creadores del ámbito que sea, algo similar a lo sucedido en la Alemania nazi, en esta ocasión llamado Rapture.

El resultado de Rapture todo quien haya jugado al juego lo conoce, un montón de yonkis mutantes, victimas de su falta de moral. Una vez más el positivismo fracasa, y es que es imposible que fuese de otra forma.

Con este pequeño homenaje que hace tiempo le quería rendir al primer Bioshock, pues es sin duda uno de mis juegos favoritos, trato de mostrar como en un videojuego también se pueden contar cosas realmente interesantes y además muy bien contadas. Creo que Bioshock en este respecto ha roto muchos prejuicios y eso le honra. Los videojuegos, no solo son un juego de niños.

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