Malas madres, crítica

malas madres

Hemos visto malas madres, y lo cierto es que estamos exultantes. 

Malas madres es la típica comedia americana producida y dirigida por el mismo dúo: Jon Lucas y Scott Moore. En un primer momento esperábamos encontrar la clásica película con un guión predecible, personajes extremadamente manidos y chistes sacados de bote acompañados de una producción impecable. Y aunque en parte fue así, las actrices le aportan tal calidad a sus actuaciones y al drama de sus vidas que no puedes dejar de sentirte identificada con ellas a pesar de no tener hijas.

La historia

Mila Kunis interpreta el papel de Amy.  Amy fue madre muy joven y tuvo a su primer hijo con su novio de instituto a los 20 años. Ahora está casada con Mike, un hombre patético que no hace nada en la casa y tiene a dos maravillosas criaturas: un hijo un poco bobo que pasa de todo y la típica niña histérica y estresada que con doce años ya tiene problemas para dormir pensando en la universidad a la que entrará.

Amy tiene que hacerlo todo por la casa: limpiar, llevar a los niños al colegio, ocuparse del perro, ir a las reuniones del Ampa, mantenerse guapa y bonita, llevar a los niños a las actividades extraescolares que toquen y para colmo, trabaja en una empresa de cafés ecológicos poblada por veinteañeros que no dan pie con bola. 

En medio de todo ese estrés terrible y fatal que hacen de Amy una de las mujeres más admirables que han pisado la pantalla de cine, de pronto esta descubre que Mike le está siendo infiel con una rubita por Internet. Sin un marido, teniendo que lidiar con el estúpido de su jefe y con Gwendolyn, la directora del AMPA que no le da tregua, Amy cae en una depresión y decide marcharse al bar. Y será allí precisamente donde conozca a Kiki y a Carla. Kiki tiene cuatro hijos, un marido llamado Ken y la conciencia intraquila de la madre que opina que será mala si no se ocupa las 24 horas del día de sus hijos. Carla, al contrario, es una madre soltera que adora la fiesta, el sexo, el desenfreno y que pasa completamente de lo que dirán el resto de las mujeres.

Juntas decidirán que ya está bien. Que van a ser malas madres. Que por una vez en sus vidas, se ocuparán de ellas mismas sin cargos de conciencia.

Es increíble ver cómo pequeños detalles o placeres de la vida, como desayunar en una terraza o ir al cine y reírte de una película, pueden cambiar radicalmente el autoestima de estas tres mujeres que son, sin lugar a dudas heroínas modernas. Pero hay alguien que no está de acuerdo con este cambio y hará todo lo posible por destruir a Amy y al trío de las madres alocadas.

El paradigma Wonderwoman

Existe un principio sociológico llamado el fenómeno «Wonderwoman». Con la inclusión de la mujer a la vida profesional, esta ha asumido todas las tareas anteriores más el rendimiento laboral. Hoy en día una mujer triunfadora es aquella que está delgada, se cuida, sus hijos sacan las mejores notas y están perfectamente atendidos, van a actividades extraescolares, comen verdura y ella misma se ocupa de sacar adelante una carrera profesional. Este mismo fenómeno provoca que las mujeres de hoy en día tengan que convertirse en súper madres, ser increíbles en todo y que además no se note que pasan estrés, penalidades o angustias. Y es completamente imposible. Es imposible lidiar con menús, problemas escolares, horas extra en el trabajo y además protagonizar el próximo anuncio de acampada de Decathlon.

Pero si algo caracteriza a la mayor parte de las mujeres, es que «imposible» no entra en su vocabulario. Se esfuerzan. Se esfuerzan al máximo hasta que el estrés se las come vivas e implosionan o hacen, como Amy en esta película, y deciden empezar a pasar de pequeñas cosas para otorgarse a ellas mismas un poco de felicidad.

Y precisamente con esta premisa es cómo triunfa Malas madres, porque a pesar de que no hayas sido madre jamás o no planees serlo, te identificas al completo con estos personajes que, sin comerlo ni beberlo, se ven desbordadas al intentar ser perfectas.

Nuestra opinión

Con malas madres te ríes desde el principio de la película. No es como otras comedias de Hollywood con grandes principios y sosos finales, sino que realmente, durante toda la narración, los chistes y las sorpresas están a la orden del día. La elección del casting no podría haber sido mejor (nuestras felicitaciones a los directores). Mila Kunis, Kathryn Hahn y Kristen Bell logran llegar a todos los segmentos poblacionales y hacer que empaticemos rápidamente con sus problemas, dudas y sufrimiento interno. Por un momento te ves con ellas en el supermercado haciendo verdaderas locuras o incluso yendo al cine a ver una película.

De cualquier forma, para una comedia, esta fue ligeramente cara. Costó 20 millones de dólares sólo grabarla pero en la primera semana sólo en los Estados Unidos de América lograron 23 millones en taquilla.

La banda sonora es del todo adecuada y aunque la película esté cargada de clichés (el marido tontorrón, el jefe inútil y desagradecido, la madre del AMPA estirada y loca), se convierte en uno de esos títulos realmente divertidos para pasar un par de horas al lado de tus amigas y sentir que queda esperanza. Que las madres y las mujeres en general no tienen por qué ser perfectas. Y que a veces, todo lo que necesitamos para que las cosas vayan bien, es un respiro.

Si vais a verla os recomendamos fervorosamente que os quedéis a ver los créditos en los que las principales actrices comentan con sus madres la película y cómo fue su crianza. Realmente es un momento enternecedor. ¿O es que nos hemos ablandado un poquito en Game it?

Desde aquí recomendamos este gran título a todo el que quiera echarse encima una comedia americana divertida, sin pretensiones y realmente bien desarrollada.

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