Octodad: Dadliest Catch – Análisis PC

Si bien el mundo del videojuego no está gozando de sus mejores días en el gran comercio, es indiscutible que esta, por el contrario, es la época de mayor auge de la industria independiente: pequeños (y no tan pequeños) estudios con mucho trabajo y una buenísima intención a sus espaldas: dar un soplo de aire fresco a nuestra afición. La ayuda que tantos foros y plataformas como Steam han aportado a las nuevas promesas (en el caso de Valve mediante la ya difunta Greenlight) y, en general, el cansancio de muchos jugadores ante la tónica actual en las grandes compañías han sido buenas cartas a favor de equipos como Mojang (cuyo Minecraft los tiene ahora en un pedestal), Parsec Productions (padres de ese spaguetti trajeado que es Slenderman) o Team Meat (que cautivó al mundo con su desafiante y sangriento Super Meat Boy).  Lo mismo podemos decir de obras maestras como PcPixel, Dear Esther, Limbo, Don´t Starve… En definitiva: por primera vez en mucho tiempo tenemos donde elegir, podemos evadirnos de las políticas rastreras sacacuartos de las grandes compañías y sumirnos en la siempre esperanzadora industria independiente.

Octodad fue uno de ellos, un experimento social y jugable que nos ponía en la piel de un padre que tenía que desempeñar las tareas más cotidianas junto a su familia, con la única peculiaridad de que era un pulpo. Su original propuesta y, sobre todo, su frustrante sistema de control atrajo la atención de miles de usuarios hacia este, uno de los títulos que inauguró Greenlight en 2010. El éxito cosechado animó a sus creadores de Young Horses a desarrollar una secuela, y el tirón que supuso el anuncio de PS4 y su política a favor de pequeños estudios llevó a los chicagüenses a sumirse en Dadliest Catch: un título con bases más firmes y más asequible que nos llega hoy a PC como adelanto del gran lanzamiento en PS4.

Desde el primer momento en que iniciamos el juego, nos damos cuenta de que el apartado técnico del título ha sufrido un más que notable lavado de cara. Bastan poco más de cinco minutos para descubrir lo mucho que han evolucionado, también, la jugabilidad y el control. Todo en Dadliest Catch luce mejor y más bonito, dejando atrás el aspecto pre-alpha un tanto cutre de su primera versión. Estamos ante un título infinitamente más asequible, vistoso y divertido. De hecho, podemos confirmar incluso antes de desentrañar uno por uno todos los apartados que gran parte de esa frustración que sufríamos en nuestras carnes jugando al título de 2010 ha desaparecido, dejando lugar para otras, eso sí, originales ideas.

Porque Dadliest Catch es muuuuuuy fácil, y una vez que nos hagamos a los controles y aprendamos a coordinar nuestros tentáculos (súper recomendado un pad aquí) la aventura se nos hará un paseo que solo elevará el ritmo con los pequeños fragmentos de sigilo y plataformas. La aventura nos llevará de visita al acuario con nuestra familia, donde haremos frente a una serie de desafíos en los que prima el sentido del humor ante todo. Desgraciadamente, justo cuando el juego comienza a ponerse más interesante, y su dificultad por fin despierta, llegamos al final del indie. Son apenas tres horas de historia principal de las cuales disfrutaremos cada segundo, y teniendo en cuenta que el precio no es demasiado abusivo (apenas llega a los diez euros) sigue siendo una experiencia muy recomendable.

El diseño cartoon de los escenarios entra bastante bien por los ojos, con un aspecto muy desenfadado acorde con la destacada personalidad del juego (otro dato a destacar es que estos están llenos de guiños a personajes y títulos relacionados con la industria, y os retamos, de hecho, a encontrarlos). No podemos decir lo mismo de los personajes, cuyo modelado es realmente pobre a excepción, por supuesto, de nuestro pulpo favorito, al que no podemos achacarle nada malo. Aún así, la animación y modelado de estos personajes constituyen la mayor pega del título junto a, por supuesto, su dificultad irrisoria.

El apartado sonoro brilla por su BSO, que incluye melodías bastante pegadizas (incluso una canción con letra made in Young Horses) y un doblaje al inglés del que no hay mucho que destacar ya que simplemente cumple en las escasas líneas de diálogo, pero no destaca en ningún momento. Y, por cierto, el juego ha llegado a España subtitulado al español (no sabemos aún si se seguirá la misma tónica en PS4).

Pero, por contra, llegamos a otro de los puntos fuertes de la lista (los cuales contrarrestan muy bien los efectos de los puntos negativos, pues es en sus conceptos base donde triunfa dejando un poco de lado aspectos secundarios) y es el motor de físicas. Cualquiera que no conozca Octodad identificará Dadliest Catch como una demostración de tal motor de físicas para la next-gen, ya que están magistralmente implementadas y el juego no duda en recordárnoslo. ¿Y por qué son tan importantes las físicas? Vosotros mismos sabéis bien la respuesta, y es que es imposible controlar a un pulpo vestido con esmoquin sin tirar algún que otro plato… o jarrón… o estantería… o persona. Y bien sabemos que el editor de niveles que el juego incorpora dará a luz una enorme cantidad de niveles del Workshop que aprovecharán esta enorme cualidad del título.

Habíamos hablado del sentido del humor del juego pero no habíamos llegado a profundizar. Y es que la secuela de Octodad sacará de nosotros no solo la carcajada rutinaria, sino también la tan deseada sonrisa permanente en nuestros rostros. Nuestros encontronazos con el Chef, el carismático cocinero inmigrante que no parará hasta encontrarnos y hacernos sushi, las tronchantes intervenciones de nuestro protagonista en forma de «burbujeo incomprensible» y la ya mencionada abundancia de guiños y parodias son suficiente motivo para gastar esos diez euros y pasar tres horas altamente divertidas. Pero, por otro lado, si buscamos en Octodad un reto o una experiencia a largo plazo, no la vamos a encontrar a no ser que echemos mano de los niveles de los usuarios y del cooperativo.

Lo mejor

Lo peor

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