CRÍTICA: Aguas Tranquilas

Naomi Kawase es una realizadora japonesa con una extensa y galardonada filmografía tanto en el género documental como en la ficción. A pesar de las etiquetas en los dos géneros, la directora nos habla desde un punto de vista extremadamente personal y en más de una ocasión, sobre todo cuando rueda no-ficción, ella misma y sus circunstancias (como diría Ortega y Gasset) son los protagonistas absolutos. A lo largo de los años ha conseguido gran repercusión en premios de festivales tan prestigiosos como Cannes o Locarno, entre otros y es sin duda una de las directoras más reconocidas por la crítica a nivel mundial.

Aguas tranquilas, en coreano Futatsume no mado, y con el título internacional Still the Water, nos traslada a una isla subtropical japonesa de Amami. En una sociedad muy tradicional, viven Kyoto, una chica risueña cuya madre sufre una enfermedad, y Kaito, un chico recién llegado de Tokyo con su madre, quien se está separando de su padre. La tranquilidad del pequeño pueblo costero se romperá en el momento en el que aparece un cadáver en la orilla. Con este punto de partida, los dos adolescentes serán testigos del inevitable paso del tiempo, y la vida y la muerte que siempre conlleva consigo.

Con un ritmo pausado dejando la mayor parte de protagonismo a la fuerza de las imágenes, la obra habla con bellísimos silencios sobre temas tan trascendentales como la vida y la muerte en el corazón de una comunidad que respeta todo tipo de fuerza y regalo de la naturaleza. Un punto de vista, que como espectador occidental, sorprende y choca, y a la vez obliga a romper prejuicios, dejarse llevar y no contraponer costumbres propias. El cine oriental y occidental tienen mecanismos narrativos diferentes porque la lectura visual del mismo es totalmente diferente. Con la creciente globalización ha habido un cierto acercamiento, pero en este caso, Aguas Tranquilas está en las antípodas de cualquier película de estudio.

El film de Kawase es una mirada nítida, sensible y extremadamente cercana a la vida. Y a los ciclos inevitables de una naturaleza que despoja al ser humano de cualquier ilusión de poder. 

La perfección formal, gracias a una dirección de fotografía de Yukata Yamazaki, provoca que en algún momento el film se distraiga de su objetivo y de su reflexión, dejando paso a bellos paisajes y planos perfectamente preparados. Kawase arriesga más a nivel narrativo en la no-ficción, en los que también se desnuda psicológica y físicamente con menos concesiones a lo estético. Aun así, la obra consigue un buen equilibrio entre la reflexión personal y la estética.

Conclusión

Aguas Tranquilas no es una obra de consumo rápido y entretenimiento, es una obra densa que nos traslada a una reflexión de otra cultura totalmente diferente a la nuestra, pero que si uno muestra su voluntad,se encuentra con una profunda reflexión muy bien fotografiada.

NOTA: 7

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