Crítica: El viaje más largo

Hollywood ha encontrado en los relatos de Nicholas Sparks una fuente de historias inacabable. El Viaje Más Largo es la décima novela adaptada al cine del escritor de Nebraska, y por supuesto tiene la undécima en camino. Y es que a pesar de ser emocionalmente manipuladoras, una celebración de los valores estadounidenses y tener una estructura de novela, y por tanto, de película preestablecida en el que después de ver dos films que se basan en sus historias ya sabes cómo van a ser todas las demás, lo cierto es que sigue manteniendo su éxito como rey del «drama romántico» de bolsillo. Bien sea porque gran parte del género femenino se sientan atraídas por «una romántica» de vez en cuando, o bien porque siempre han contado con actores populares y físicamente atractivos tanto para los más adolescentes como para adultos como Kevin Costner y Robin Wright en Mensaje en una Botella, Rachel McAdams y Ryan Gosling en El diario de Noa, Diane Lane y Richard Gere en Noches de Tormenta, Channing Tatum y Amanda Seyfried en Querido John, Miley Cyrus y Liam Hemsworth en La última canción o Zac Efron y Taylor Schilling en Cuando te encuentre, entre otras.

En esta ocasión, en El Viaje Más Largo nos presenta a Luke Collins un campeón de rodeo que tras sufrir una terrible caída quiere volver a ser el mejor, y a Sophia Danko una estudiante de bellas artes cuyo sueño está a punto de cumplirse al tener una oferta de prácticas en una prestigiosa galería de Nueva York. Ambos se conocen y se enamoran en Carolina del Norte, donde ella estudia y donde él vive. Mientras se debaten entre apostar por la relación y burlar los obstáculos o salvar la vida de Ira Levinson, un viejecito que ha sufrido un accidente de coche y que tiene una inspiradora historia que contarles, su vida y su historia de amor con Ruth.

El film no engaña a nadie ni pretende hacerlo. Confía absolutamente en su target principal pues es un producto creado especialmente para el género femenino y para aquellas adolescentes que crean en el amor como bello sacrificio con recompensa. Todo eso edulcorado y amenizado con las costumbres que tantas veces hemos visto de la cultura estadounidense. En este caso al contarnos dos historias en diferentes épocas tenemos por un lado rodeo, campo, country, caballos, fiestas universitarias parecidas a los bailes de graduación; y por el otro la Segunda Guerra Mundial y la sociedad de los años 40, 50 en los Estados Unidos.

Los excesivos 139 minutos de metraje hacen que tenga un ritmo irregular, pero que en general se disfrute siempre y cuando busques este tipo de producto, pues funciona a nivel narrativo. Con una cálida fotografía de David Tattersall y una banda sonora de Mark Isham, George Tillman Jr. dirige este drama romántico de historias paralelas separadas por el tiempo.

Las únicas diferencias de El Viaje Más Largo, así como cualquier adaptación de una obra de Sparks con una tv-movie romántica son precisamente esa calidad técnica y visual, que no a nivel de dirección, pues resultan totalmente impersonales, y como hemos avanzado el reparto. En esta ocasión Scott Eastwood, viva imagen de su padre, y Britt Robertson son Luke y Sophia, campeón de rodeo y estudiante de bellas artes. Mientras que Oona Chaplin y Jack Huston son los jóvenes Ruth e Ira Levinson. Chaplin y Huston (¡Vaya dos apellidos, ambos nietos de Charlie y John respectivamente!) y Alan Alda (Ira en el presente) convencen más que el joven dúo protagonista y a pesar de que no están en sus mejores papeles es un placer verles.

Conclusión

El Viaje Más Largo es un telefilm romántico caro, una novela rosa de bolsillo de Nicholas Sparks, que sin embargo puede tener su público, si este se levanta del sofá y decide pagar el precio de la entrada. Una historia previsible con un interesante reparto encabezado por Scott Eastwood y con Alan Alda, Oona Chaplin y Jack Huston.

NOTA 3’5/10

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