Crítica: La Dama de Oro

la dama de oro

La Dama de Oro es el nombre por el que también es conocido el original y bello retrato de Adele Bloch-Bauer, realizado en 1907 por el pintor austríaco Gustav Klint. La pintura, con una elaborada y única ornamentación a base de óleo y oro, se exhibe actualmente en la Neue Galerie de Nueva York tras ser comprada en 2006 por 135 millones de dólares, lo que lo convirtió en uno de los cuadros más caros de la historia.

Adele vivió en Viena y fue la esposa del rico industrial judío Ferdinand Bloch-Bauer, gran amante de las artes. La pareja no tuvo hijos y Adele murió en 1925. Poco después, cuando los nazis ocuparon Austria, su viudo se exilió en Suiza y todas sus propiedades fueron confiscadas, incluido este cuadro y otras pinturas de Klint. Adele había designado que a su muerte los cuadros de Klint deberían donarse al Estado austríaco, pero en su testamento de 1945 su esposo designó a sus sobrinos como herederos de su patrimonio.

La Dama de Oro es también el título de la película que nos ocupa, que llega a España de la mano de DeAPlaneta coincidiendo también con su estreno en USA. Se trata de una producción británico-norteamericana que narra la lucha de la anciana judía emigrada a Norteamérica Maria Altmann ( interpretada por Helen Mirren) para reclamar ese famoso cuadro y otras propiedades expoliadas por los nazis a su familia. La señora Altmann, sobrina de Adele y Ferdinand Bloch-Bauer, estará acompañada en esta batalla legal por el abogado norteamericano también de orígen judío Randy Schoenberg, interpretado por Ryan Reynolds.

La película, construida sobre un elaborado guión de Alexi Caye Campbell, está dirigida por Simon Curtis que cuenta con una amplia experiencia en la televisión británica y que en cine también dirigió Mi Semana con Marilyn (2011) con lo que su filmografía parece orientada a especializarse en el subgénero biográfico. Debe destacarse también la música de Hans Zimmer, que sabe enfatizar los momentos más emotivos del filme, en particular cuando se rememoran escenas del pasado vienés de los protagonistas.

Por regla general toda película de tipo biográfico corre el riesgo de la tendenciosidad en la narración de los supuestos hechos reales en los que se basa, determinados por el punto de vista de quien la narra y en la forma en que se narra. Y este filme también adolece de esa objeción, pues desde el mismo cartel se presenta con el antetítulo Justice is Priceless (la justicia no tiene precio), con lo cual ya tenemos una declaración de intenciones sobre lo que significó la lucha de María Altman por recuperar para sí los cuadros de su familia: la odisea de la protagonista y su abogado se nos presenta como un ejemplo de tesón idealista por obtener la restitución del cuadro pese a la oposición del gobierno de Austria. Los protagonistas aparecen guiados siempre por motivos emotivos y sentimentales y se coloca en un casi desapercibido segundo plano los motivos crematísticos, aunque lo cierto es que poco después de obtener el cuadro María lo vendió por unas cuantas decenas de millones de dólares con lo que parece que el interés económico –legítimo por otra parte- también estuvo muy presente en la determinación de la señora Altman y su abnegado abogado, hasta pleitear con el gobierno austríaco y llegar hasta el Tribunal Supremo de los EEUU.

Como quiera que sea, si hacemos el esfuerzo de olvidarnos de este pequeño detalle y nos dejamos llevar por la narración en la forma en que nos la quieren contar, la película funciona perfectamente como la historia de determinación y lucha de sus protagonistas por hacer justicia conforme a su propósito. En ese camino veremos cómo María se verá obligada a regresar a Austria después de muchos años y tendrá que enfrentarse a dolorosos recuerdos de su pasado, en tanto que su abogado Randy se tendrá que realizar sacrificios que afectarán a su vida personal y familiar.

El filme, que se desarrolla con continuos flashbacks a la Viena de la primera mitad del siglo XX, consigue que el espectador empatice con la protagonista gracias al aplomo y a la elegante y casi majestuosa interpretación de Helen Mirren, la gran baza de esta película, cuya composición de este personaje recuerda en cierta forma a su multipremiado papel en “The Queen”. Ryan Reynolds está correcto en su rol de abogado consciente de que esta vivencia cambiará su vida, acompañado en el papel de su esposa por una insustancial Katie Holmes.

Y entre el amplio elenco de secundarios, debemos destacar a la joven María interpretada por Tatiana Maslany y la solvencia interpretativa de Daniel Bruhl en el papel del periodista que ayuda a la pareja en su pleriplo austríaco. Debemos también reseñar los interesantes y algo sorprendentes cameos que se van sucediendo a lo largo del filme, apariciones esporádicas pero en papeles esenciales para el desenvolvimiento de la trama de actores como Charles Dance, Elizabeth McGovern o Jonathan Pryce.

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Conclusión de La Dama de Oro

Basada en hechos reales, la película merece la pena sólo por conocer la historia de la extraordinaria y única obra de arte que es el retrato de Adele Boch-Bauer. Adicionalmente disfrutaremos de la convincente y elegante interpretación de la soberbia Helen Mirren.

NOTA: 6 sobre 10

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