El Rincón del Gamer: Cuando los juegos «molaban»

Antes los juegos molaban. Si, antes si lo hacían. En el pasado los juegos no se quedaban en las estanterías cogiendo polvo, no se pasaban en el menor tiempo posible para conseguir logros o trofeos y dejarlos estancados en la estantería. Ni hablar, antes los juegos si molaban.

¿Que hay de esa sensación de plenitud y de orgullo cuando conseguías ver los créditos de un juego? ¿Donde queda esas ganas de volver a pasarlo una y otra vez? Desaparece toda esencia de ese sentimiento gamer de decir: «¿Otra vez voy a jugar? Es que ya me lo pasado diez veces… Bueno, hace más de un año que no juego, volveré a jugar y ya» 

La esencia del amor por los videojuegos, de nuestra alma gamer que se llena por cada paso que damos con nuestro protagonista, con su historia, sus compañeros, una sensación que hace mucho perdí. El amor por los videojuegos, que hace tanto, hacía que volviese a jugar a esas reliquias que ya parecen no existir.

Donde quedan esos puzzles a los que llamábamos cariñosamente: «¡me cago en la puñetera madre del puzzle!» Donde esos jeroglíficos y vueltas de tuerca que nos hacían pensar una y otra vez, que nos hacía cavilar,  coger papel y lápiz para idear un plan, una ruta o un planteamiento a seguir para poder terminar con ese «maldito puzzle». No queda nada de ello. Ahora, estas semanas de estancamiento y pesar, días de no poder seguir adelante con ese juego que tanto te gusta, eso ya a pasado a mejor vida. Suplantado por horas y horas de «bosteo», horas de conseguir centenares de coleccionables que no sirven para nada… horas muertas en las que paseamos una y otra vez por los mismos pasillos, en busca de esos objetos que únicamente sirven para alargar la vida miserable de un título que, sin estos, no alcanzaría más de 10 horas.

En eso han quedado los juegos. En eso, su planteamiento. Recordar rompecabezas como el piano de Silent Hill, como el de las estanterías de Resident Evil 2, como los acertijos de Prince of Persia. Quebraderos de mente como los vistos en Monkey Island, o en cualquiera de esas ya casi desaparecidas aventuras gráficas. Sustituidos por juegos de azar, por otras piezas que no hacen que el jugador piense, simplemente que pierda el tiempo hasta conseguir la combinación correcta. Ya no pensamos en los juegos, ya no se sufre, solo se alargan las horas que nos sentamos mirando el televisor.

Los dedos que sujetaban ese medallón, han pasado ha convertirse en nueve portales, los cuales tendremos que ordenarlos en el orden correcto. El primero es ingenio, el segundo, azar. Esa es la diferencia, del por qué los juegos molaban.

Se ha perdido la esencia, los juegos ya no molan.

Salir de la versión móvil